Cuando el emperador Carlos I vio que apenas le quedaban unos meses de vida, se retiró a un lugar tranquilo y discreto de la sierra de Gredos rodeado de bosques, cumbres y aires transparentes. Agobiado por los asuntos de gobierno y víctima de fuertes ataques de gota, preparó un séquito discreto y decidió recluirse en las austeras estancias de un solitario monasterio. La parte más complicada del retiro fue atravesar la sierra de Tormantos desde el pueblo de Tornavacas, en la cabecera del valle del Jerte, hasta Jarandilla de la Vera, en el valle del Tiétar. El monarca y los nobles de su comitiva fueron transportados por los recovecos de los bosques de la sierra en sillas de mano a hombros de los habitantes de la comarca. En aquella época los bosques de los relieves occidentales de la sierra de Gredos eran frondosos y desconocidos robledales repletos de bandoleros y animales salvajes, y presentaban una peligrosa barrera natural para el cortejo imperial. Tan dura fue la experiencia que cuando la comitiva coronó el collado de las Yeguas, paso natural entre el Jerte y la Vera, el emperador dijo que no volvería a pasar ningún otro puerto de montaña salvo el de la muerte, y así fue. El monarca, convencido de que Yuste era su última estancia en este mundo, pasó los momentos finales de su vida paseando por los castañares del monasterio y pescando en el bello estanque de los jardines, donde contrajo el paludismo que le llevó a la tumba. Esta enfermedad, desconocida hasta entonces por los pobladores del valle del Tiétar, se extendió por toda la comarca provocando la muerte de gran número de habitantes de La Vera. Pero Yuste no fue sólo el origen de plagas y desgracias para la comarca del Tiétar, también introdujo en el valle la planta del famoso pimentón, que procedente de las Américas empezaron a cultivar los monjes Jerónimos en las huertas del monasterio. En la actualidad el pimentón y el tabaco son las dos grandes bases económicas de la comarca de La Vera. Además de contemplar los enormes eucaliptos de la entrada del monasterio, los más altos de la Península, y los castañares que rodean el edificio, los bosques más auténticos, los espesos robledales que atemorizaban a los monjes con su presencia oscura e impenetrable, se extienden alrededor del muro del monasterio por los montes de la sierra de Tormantos hasta las mismas casas de Garganta la Olla. La carretera que comunica el monasterio de Yuste con Garganta es una emboscada excelente que atraviesa la enorme masa forestal de roble retorcido que crece salvaje sobre el valle del Tiétar.
(Juan José Alonso)
(Juan José Alonso)