¿Has oído hablar del Forau d´Aigualluts? Es un curioso capricho de la naturaleza en el valle de Benasque, a los pies del Aneto, una gran sorpresa para quien lo ve por primera vez. Se trata de una especie de sumidero, de unos 70 metros de diámetro y 40 de profundidad, en el que el agua procedente de los glaciares del Aneto y la Maladeta desaparece bajo tierra a 2.074 metros de altitud. Durante años se desconocía a dónde iban a parar esas aguas, hasta que en 1931 se confirmó que circulan subterráneamente durante cuatro kilómetros hasta salir de nuevo a la superficie en el valle de Arán, en la zona conocida como Uelhs deth Joeu (Ojos del judío, en aranés), a 1.658 metros de altitud. De esta forma, unas aguas que debían desembocar, a través del río Ésera, en el Mediterráneo; terminan desembocando en el Atlántico, a través del cauce del río Garona. Lo dicho, todo un capricho de la naturaleza.
El Forau, conocido en el lado francés del Pirineo como Trou de toro (Ojo o agujero de toro), es un sistema kárstico que recoge el agua del deshielo de los neveros del glaciar del Aneto, de Barrancos, Tempestades y Mulleres. La hipótesis de que estas aguas terminaran desembocando en el Garona la formuló Ramond Carbonnières a finales del siglo XVIII, pero no fue hasta 1931 cuando el espeleólogo Norbert Casteret, que dedicó toda su vida a la exploración de cavernas, cuevas y ríos subterráneos, confirmó esa teoría. Lo hizo echando seis barriles de colorante, fluoresceína, en las aguas del Forau. Unas horas más tarde, la fluoresceína dejaba ver su característico color verde al llegar al valle de Arán.
(Blog Aramon)
El Forau, conocido en el lado francés del Pirineo como Trou de toro (Ojo o agujero de toro), es un sistema kárstico que recoge el agua del deshielo de los neveros del glaciar del Aneto, de Barrancos, Tempestades y Mulleres. La hipótesis de que estas aguas terminaran desembocando en el Garona la formuló Ramond Carbonnières a finales del siglo XVIII, pero no fue hasta 1931 cuando el espeleólogo Norbert Casteret, que dedicó toda su vida a la exploración de cavernas, cuevas y ríos subterráneos, confirmó esa teoría. Lo hizo echando seis barriles de colorante, fluoresceína, en las aguas del Forau. Unas horas más tarde, la fluoresceína dejaba ver su característico color verde al llegar al valle de Arán.
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