La Val d'Aran es el único valle de la cordillera de los Pirineos sometido plenamente a la influencia climática del Atlántico; de hecho, el macizo de Pía de Beret, en el sector oriental del valle, es la división continental de las aguas que vierten al Atlántico y al Mediterráneo. Por este motivo el río Garona, que nace a los pies de la estación de deportes de invierno, se marcha hacia el océano regando una buena parte del territorio francés. Con esta peculiar orientación, abierto a los vientos oceánicos cargados de humedad, las precipitaciones son frecuentes y regulares a lo largo del año, determinando la formación de una vegetación específica y frondosa que caracteriza la fisonomía del paisaje arañes.
En las zonas bajas con suelos pobres y desmineralizados, cerca de las poblaciones y los pastizales ganaderos, hay bosquetes de robles, castaños y abedules, pero es a partir de los 1.000 metros donde habitan los bosques más auténticos y cautivadores.
Extensos hayedos oscuros y sin sotobosque, sólo piedras, musgo y hojarasca comparten el suelo del hayedo con algunas matas de serbales, rododendros y arándanos. Un bosque que, en las zonas húmedas, está salpicado de altísimos abetos catalanes, tiesos y elegantes, muy verdes, a veces negros de puro verdor.
En la Val d'Aran hay dos parajes realmente encantadores para perderse un rato entre hayas enormes y cumbres hincadas en el azul celeste: los bosques del valle de Toran y lasfagedas de L'Artiga de Lin, este último un rincón solitario rodeado por los macizos montañosos más elevados del Pirineo axial, con varias cotas superiores a los tres mil metros de altitud.
En Pía de 1'Artiga terminan la carretera y los caminos artificiales. Es un territorio modelado por los hielos y las lenguas glaciares, que a pesar de su dramático retroceso actual han dejado su huella en la forma de los valles, en las cabeceras de los ríos y en el relieve de las cumbres. Es un lugar con la fuerza y la vitalidad de los espacios habitados por seres puros, de alma transparente y raíces profundas. Es la mansión de árboles. Así de sencilla y poderosa tendría que ser la definición de un espacio natural, un lugar poblado de árboles puros, plantados y alimentados por la propia naturaleza; y así son los bosques de hayas de L'Artiga de Lin, sencillos y tremendos, salvajes y dóciles, oscuros por dentro y relucientes por fuera. Un lugar especial para empaparse bien de él porque ya no quedan muchos sitios así.
(Juan José Alonso)
En las zonas bajas con suelos pobres y desmineralizados, cerca de las poblaciones y los pastizales ganaderos, hay bosquetes de robles, castaños y abedules, pero es a partir de los 1.000 metros donde habitan los bosques más auténticos y cautivadores.
Extensos hayedos oscuros y sin sotobosque, sólo piedras, musgo y hojarasca comparten el suelo del hayedo con algunas matas de serbales, rododendros y arándanos. Un bosque que, en las zonas húmedas, está salpicado de altísimos abetos catalanes, tiesos y elegantes, muy verdes, a veces negros de puro verdor.
En la Val d'Aran hay dos parajes realmente encantadores para perderse un rato entre hayas enormes y cumbres hincadas en el azul celeste: los bosques del valle de Toran y lasfagedas de L'Artiga de Lin, este último un rincón solitario rodeado por los macizos montañosos más elevados del Pirineo axial, con varias cotas superiores a los tres mil metros de altitud.
En Pía de 1'Artiga terminan la carretera y los caminos artificiales. Es un territorio modelado por los hielos y las lenguas glaciares, que a pesar de su dramático retroceso actual han dejado su huella en la forma de los valles, en las cabeceras de los ríos y en el relieve de las cumbres. Es un lugar con la fuerza y la vitalidad de los espacios habitados por seres puros, de alma transparente y raíces profundas. Es la mansión de árboles. Así de sencilla y poderosa tendría que ser la definición de un espacio natural, un lugar poblado de árboles puros, plantados y alimentados por la propia naturaleza; y así son los bosques de hayas de L'Artiga de Lin, sencillos y tremendos, salvajes y dóciles, oscuros por dentro y relucientes por fuera. Un lugar especial para empaparse bien de él porque ya no quedan muchos sitios así.
(Juan José Alonso)