Cuentan como una mujer con su niño, vestidos de peregrinos, caminaban un atardecer por la calzada romana de Leiva con su castillo al fondo cuando divisaron una posada donde se disponían a descansar y a pasar la noche. Allí se encontraron a la posadera envuelta en gruesas lágrimas porque su hermoso niño acababa de fallecer. La peregrina contempló el cadáver sonriente del pequeño y le preguntó a la posadera si ella quería a la Virgen, la humilde señora le contestó que mucho y que siempre la rezaba.
Unos instantes después el niño se había curado, la posadera daba gracias, y la Virgen y su hijo vestidos de peregrinos se alejaban en lontananza.
(Valvanera)
Unos instantes después el niño se había curado, la posadera daba gracias, y la Virgen y su hijo vestidos de peregrinos se alejaban en lontananza.
(Valvanera)