Brindemos por esa magnífica costumbre tradicional de terminar una copiosa comida con la llegada de unos licoreros rebosantes de digestivo brebaje. Lejos de convencer a los comensales con los clásicos orujo de hierbas y pacharán, por estas tierras siguen embaucando con más productos autóctonos. El licor de bellota es la viva imagen de que este fruto no solo sirve para dar de comer a los cerdos molones. Posee todo los matices que se le reclama a una bebida post-comilona: es de gusto agradable y dulzón, entra solo (ojo a las melopeas), se consume frío y tiene un regusto largo y golosón.
(Traveler)