Discurrir por el valle de Cabuérniga es conocer de un vistazo continuado e inalterable el paisaje que define plenamente la montaña cantábrica. En la bajura del valle las animadas poblaciones han transformado paulatinamente el paisaje rural en zonas de servicios y placeres orientados por la veleta del consumo. Más arriba, cuando aparecen los pueblos de casas de piedra y chimeneas humeantes, la naturaleza es la protagonista y el hombre cántabro un personaje más, actuando en un gran teatro al aire libre, colocando sus parcelitas de pasto en un bello escenario con los elementos muy bien repartidos y armonizados, situados en su sitio con una precisión sorprendente e inhumana, pues, ¿cómo si no sabría, por ejemplo, Barcena Mayor colocarse en el paisaje con esa elegante sencillez rural sin ayuda del bosque y del río?
A medida que el camino se acerca a los cordales de las montañas, a los lugares reservados en exclusiva para los vientos, las nieblas y los cielos donde nacen los ríos con alma de torrentes, la masa forestal forma la arboleda de robles y hayas más importante de Cantabria, y el núcleo más importante de la Reserva Nacional de Caza Saja-Besaya. El sotobosque del hayedo y el robledal forman un ambiente tremendamente frondoso y salvaje, una espesura de colores en un sueño de luces y sombras cobijo ideal para corzos, venados y jabalíes, muy abundantes en toda la zona, y territorio de acción del temido y legendario lobo cantábrico, que a pesar de ser una especie muy escasa hace acto de presencia en zonas habitadas cada vez con más frecuencia.
Es sencillo introducirse en el hayedo desde varios puntos del valle, y conviene hacerlo para no emborracharse de visiones superficiales desde la carretera, muy cómodas de asimilar por la grandeza de la cubierta vegetal, porque sería coleccionar la imagen tópica de un lugar que al final terminaría convirtiéndose en una postal multicopiada. Nada satisface más que encontrar un rincón único y sorprendente entre las raíces musgosas, descubrir lugares irrepetibles que el bosque destapa generosamente para compartir su soledad, y recoger parte de la vitalidad que aflora continuamente por todos los poros del bosque.
Barcena Mayor es un pueblo enclavado en un entorno cautivador e impresionante por su ambiente rústico y montañés. Desde las mismas casas parten senderos que en unos minutos se pierden en el bosque: unos buscan el trazado de la antigua calzada romana y otros sencillamente entran en la espesura de la vegetación, el hayedo los captura y juega con ellos a su capricho. Los propios troncos son los hitos y las ramas los carteles, y el instinto de cada uno el forjador de su destino dentro de los fascinantes bosques del Saja.
(Juan José Alonso)
A medida que el camino se acerca a los cordales de las montañas, a los lugares reservados en exclusiva para los vientos, las nieblas y los cielos donde nacen los ríos con alma de torrentes, la masa forestal forma la arboleda de robles y hayas más importante de Cantabria, y el núcleo más importante de la Reserva Nacional de Caza Saja-Besaya. El sotobosque del hayedo y el robledal forman un ambiente tremendamente frondoso y salvaje, una espesura de colores en un sueño de luces y sombras cobijo ideal para corzos, venados y jabalíes, muy abundantes en toda la zona, y territorio de acción del temido y legendario lobo cantábrico, que a pesar de ser una especie muy escasa hace acto de presencia en zonas habitadas cada vez con más frecuencia.
Es sencillo introducirse en el hayedo desde varios puntos del valle, y conviene hacerlo para no emborracharse de visiones superficiales desde la carretera, muy cómodas de asimilar por la grandeza de la cubierta vegetal, porque sería coleccionar la imagen tópica de un lugar que al final terminaría convirtiéndose en una postal multicopiada. Nada satisface más que encontrar un rincón único y sorprendente entre las raíces musgosas, descubrir lugares irrepetibles que el bosque destapa generosamente para compartir su soledad, y recoger parte de la vitalidad que aflora continuamente por todos los poros del bosque.
Barcena Mayor es un pueblo enclavado en un entorno cautivador e impresionante por su ambiente rústico y montañés. Desde las mismas casas parten senderos que en unos minutos se pierden en el bosque: unos buscan el trazado de la antigua calzada romana y otros sencillamente entran en la espesura de la vegetación, el hayedo los captura y juega con ellos a su capricho. Los propios troncos son los hitos y las ramas los carteles, y el instinto de cada uno el forjador de su destino dentro de los fascinantes bosques del Saja.
(Juan José Alonso)