Este pequeño pueblo prepirenaico se encuentra situado a 119 km de Huesca y a una altitud de 589 metros donde el río Ara se une con el Cinca. Su población es de 1.033 habitantes que están cada vez mas volcados en el turismo. Y es que estamos ante un pueblo precioso que conserva un casco antiguo encantador en el que la arquitectura se ha conservado de manera bastante fiel. Basta un recorrido por la Calle Mayor para observar las portadas de las casas de estilo ojival y todas ellas muy originales. La Plaza Mayor es prototipo de plaza medieval.
HISTORIA
Aínsa ha sido a lo largo de los siglos cabecera de comarca en esta parte de la comunidad aragonesa. Los libros de historia aseguran este extremo desde antes de la invasión musulmana que terminaría, por lo que a Aínsa respecta gracias a la intervención del caudillo cristiano Garcí Jiménez en el año 724.
En las montañas de Jaca se habían refugiado todos los que huían de la invasión musulmana. García Ximénez asume la direccción y mando de todos ellos y se deslizan hasta Aínsa e inician su reconquista.
Los musulmanes ambicionaban mucho esta plaza de modo que no se dan por vencidos con su primera derrrota y vuelven al ataque contra la ciudad haciendo uso de un mayor número de tropas. Es aquí cuando entra en escena una curiosa y sorprendente historia que quedaría en la historia local como una leyenda entre la historia y la superstición. Dice esa historia que apareció milagrosamente una cruz roja, luminosa y misteriosa sobre la copa de una encina que encendió los ánimos y el valor de los soldados cristianos de modo que consiguieron rechazar el ataque de las tropas moras. Cierto, exagerado o falso, la Cruz del Sobrarbe quedó reflejada en el escudo de armas de la ciudad.
El rey Alfonso I El Batallador le otorgó la carta de repoblación en el año 1124 lo que les daba el Fuero de Jaca, el derecho de pontazgo, de celebrar ferias, aduanas y de crear su propia escuela de gramática: y desde 1212 gozó de idénticos privilegios que ciudades como Jaca. Su relevancia, a pesar de su tamaño, queda patente en el hecho de que disfrutara de asiento y voto en las Cortes de Aragón.
En el siglo XVI Felipe II se fija en Aínsa como plaza fuerte ante posibles ataques de los hugonotes franceses y reconstruye la fortaleza que sirve a los vecinos de refugio a partir de ese momento en caso de guerra porque en su interior se situó una gran plaza.
Igual que el resto de Aragón, Aínsa tomó partido por Carlos de Austria en contra de Felipe V en el conflicto de sucesión entre ellos lo que traería muchos problemas a la villa. Las tropas francesas arrasaron la ciudad y en ese saqueo se incluye la destrucción de gran parte de la misma y de casonas importantes que se se hallaban próximas al castillo y pertenecientes a antiguas familias de Aínsa.
También las guerras carlistas se libraron en este pueblo oscense cuya fortaleza se empleó para fines militares todavía entrado el siglo XIX. en 1875, cuando su guarnición rechazó las tropas del ejército carlista de Dorregaray.
Aínsa ha sido a lo largo de los siglos cabecera de comarca en esta parte de la comunidad aragonesa. Los libros de historia aseguran este extremo desde antes de la invasión musulmana que terminaría, por lo que a Aínsa respecta gracias a la intervención del caudillo cristiano Garcí Jiménez en el año 724.
En las montañas de Jaca se habían refugiado todos los que huían de la invasión musulmana. García Ximénez asume la direccción y mando de todos ellos y se deslizan hasta Aínsa e inician su reconquista.
Los musulmanes ambicionaban mucho esta plaza de modo que no se dan por vencidos con su primera derrrota y vuelven al ataque contra la ciudad haciendo uso de un mayor número de tropas. Es aquí cuando entra en escena una curiosa y sorprendente historia que quedaría en la historia local como una leyenda entre la historia y la superstición. Dice esa historia que apareció milagrosamente una cruz roja, luminosa y misteriosa sobre la copa de una encina que encendió los ánimos y el valor de los soldados cristianos de modo que consiguieron rechazar el ataque de las tropas moras. Cierto, exagerado o falso, la Cruz del Sobrarbe quedó reflejada en el escudo de armas de la ciudad.
El rey Alfonso I El Batallador le otorgó la carta de repoblación en el año 1124 lo que les daba el Fuero de Jaca, el derecho de pontazgo, de celebrar ferias, aduanas y de crear su propia escuela de gramática: y desde 1212 gozó de idénticos privilegios que ciudades como Jaca. Su relevancia, a pesar de su tamaño, queda patente en el hecho de que disfrutara de asiento y voto en las Cortes de Aragón.
En el siglo XVI Felipe II se fija en Aínsa como plaza fuerte ante posibles ataques de los hugonotes franceses y reconstruye la fortaleza que sirve a los vecinos de refugio a partir de ese momento en caso de guerra porque en su interior se situó una gran plaza.
Igual que el resto de Aragón, Aínsa tomó partido por Carlos de Austria en contra de Felipe V en el conflicto de sucesión entre ellos lo que traería muchos problemas a la villa. Las tropas francesas arrasaron la ciudad y en ese saqueo se incluye la destrucción de gran parte de la misma y de casonas importantes que se se hallaban próximas al castillo y pertenecientes a antiguas familias de Aínsa.
También las guerras carlistas se libraron en este pueblo oscense cuya fortaleza se empleó para fines militares todavía entrado el siglo XIX. en 1875, cuando su guarnición rechazó las tropas del ejército carlista de Dorregaray.
(Pueblos escogidos)