Cuéntase que un día, en las galerías del Alcázar, como pasase Quevedo junto a un grupo de cortesanos, uno de éstos le gritó:
—¡Quevedo, hacednos un verso!
Y contestó el poeta:
—Dadme pie. —Entonces, el cortesano le alargó la pierna, cogióla Quevedo e improvisó:
Paréceme, gran señor,
que estando en esta postura,
yo parezco el herrador
y vos la cabalgadura.
(Carlos Fisas)
(Algunos autores refieren la anécdota al propio rey, pero parece demasiado descaro incluso para Quevedo)
—¡Quevedo, hacednos un verso!
Y contestó el poeta:
—Dadme pie. —Entonces, el cortesano le alargó la pierna, cogióla Quevedo e improvisó:
Paréceme, gran señor,
que estando en esta postura,
yo parezco el herrador
y vos la cabalgadura.
(Carlos Fisas)
(Algunos autores refieren la anécdota al propio rey, pero parece demasiado descaro incluso para Quevedo)