Hallábase el emperador Carlos V con toda su corte en Zaragoza el año 1519 para jurar los fueros de Aragón cuando un vecino de aquella ciudad regaló al ministro flamenco Chiévres, célebre por su venalidad y sórdida codicia, y con el solo objeto de obtener favorable sentencia en despacho de cierto negocio cuya resolución pendía sólo de aquel favorito, un hermoso mulo, que por su arrogancia era muy celebrado en aquellas tierras.
Pocos días después preguntaba un cortesano a Chiévres dónde había adquirido el mulo, respondiendo el flamenco que no lo recordaba. Presente el que hizo el obsequio, resintióse por tanta discreción y determinó burlarse del extranjero, aun cuando fuera a costa de la pretensión que le obligó a hacer el regalo. Al efecto, llamó al pregonero de Zaragoza y le dio las señas del mulo para que lo pregonase por toda la ciudad. Aquel mismo día, al salir Chievres de su casa, rodeado de un grupo de cortesanos y pretendientes, fue a montar en el mulo para dar un paseo por la ciudad; y el pregonero, que estaba al acecho en una esquina inmediata, llamó la atención con su corneta, según costumbre de entonces en muchas poblaciones de Aragón para publicar bandos y pregones, y principió a cantar las señas del mulo que se había perdido y era reclamado por su dueño. Como las señas dadas eran las mismas del animal que montaba el ministro, quedó éste avergonzado al ver que los cortesanos que le rodeaban estaban atónitos confrontándolas; y llamó al pregonero, entregándole la caballería para que la restituyera a su dueño, excusándose lo mejor que pudo.
Hizo tal efecto esta burla en el ánimo del flamenco, a pesar de su imprudencia, que no quiso recibir más regalos mientras estuvo en Zaragoza; y como su influencia pesara mucho en el monarca, todo avergonzado y corrido obligó con pretextos a la corte a que abandonara aquella ciudad, apresurando su marcha a Barcelona.
(Carlos Fisas)
Pocos días después preguntaba un cortesano a Chiévres dónde había adquirido el mulo, respondiendo el flamenco que no lo recordaba. Presente el que hizo el obsequio, resintióse por tanta discreción y determinó burlarse del extranjero, aun cuando fuera a costa de la pretensión que le obligó a hacer el regalo. Al efecto, llamó al pregonero de Zaragoza y le dio las señas del mulo para que lo pregonase por toda la ciudad. Aquel mismo día, al salir Chievres de su casa, rodeado de un grupo de cortesanos y pretendientes, fue a montar en el mulo para dar un paseo por la ciudad; y el pregonero, que estaba al acecho en una esquina inmediata, llamó la atención con su corneta, según costumbre de entonces en muchas poblaciones de Aragón para publicar bandos y pregones, y principió a cantar las señas del mulo que se había perdido y era reclamado por su dueño. Como las señas dadas eran las mismas del animal que montaba el ministro, quedó éste avergonzado al ver que los cortesanos que le rodeaban estaban atónitos confrontándolas; y llamó al pregonero, entregándole la caballería para que la restituyera a su dueño, excusándose lo mejor que pudo.
Hizo tal efecto esta burla en el ánimo del flamenco, a pesar de su imprudencia, que no quiso recibir más regalos mientras estuvo en Zaragoza; y como su influencia pesara mucho en el monarca, todo avergonzado y corrido obligó con pretextos a la corte a que abandonara aquella ciudad, apresurando su marcha a Barcelona.
(Carlos Fisas)