El dueño de la enorme extensión que ocupa la Plaza de Castilla y de gran parte de sus alrededores fué "el tío Colmenares", un trapero de romance, personaje popular en la zona por su forma de vida miserable a pesar de su gran fortuna. Lo que él no quiso gastar lo derrochó cierta moza de armas tomar, que manejó la voluntad de Colmenares a su antojo y el buen hombre tuvo que malvender sus propiedades, quedándose en la miseria.
La moza abandonó al infeliz, que murió en un chamizo junto a lo que ahora es la estación de Chamartín. Las tierras las había vendido en gran parte a un tal Cabrero, que lo era de apellido y no de oficio.
El trapero falleció en la miseria. Una vieja gitana había predicho así su triste final:
"Morirás con los bolsillos vacíos y el corazón atravesao por la amargura del desamor y del olvío".
Colmenares se despidió de este mundo con el nombre de su amada en los labios, perdonándola y hasta bendiciéndola.
La moza abandonó al infeliz, que murió en un chamizo junto a lo que ahora es la estación de Chamartín. Las tierras las había vendido en gran parte a un tal Cabrero, que lo era de apellido y no de oficio.
El trapero falleció en la miseria. Una vieja gitana había predicho así su triste final:
"Morirás con los bolsillos vacíos y el corazón atravesao por la amargura del desamor y del olvío".
Colmenares se despidió de este mundo con el nombre de su amada en los labios, perdonándola y hasta bendiciéndola.
(Leyendas y anécdotas del viejo Madrid – Francisco Azorín)