Los nobles partidarios de la princesa Isabel —o más bien, enemigos de su hermano el rey Enrique IV— habían decidido que, para sus propios intereses y para los del reino, convenía que Isabel se casara con el príncipe heredero de Aragón. Aparentemente Isabel opinaba también así.
Le faltaba sólo conocer al novio, acerca del cual había recibido diferentes versiones. Le habían dicho que «era mozo de mediana y bien compuesta estatura, rostro grave, blanco y hermoso; de cabello castaño y de frente ancha, con algo de calva; que sus ojos eran claros con gravedad alegre, nariz y boca pequeñas, mejillas y labios colorados, bien sacado de cuello y formado de espalda, voz clara y sosegada y muy brioso a pie y a caballo».
Posiblemente no le dijeron a Isabel que su prometido Fernando había ya para entonces engendrado dos hijos, Alfonso y Juana, ilegítimos los dos. En realidad poco hubiera importado si se hubiera enterado —y quizá lo supo—, ya que el matrimonio de una princesa no se hacía casi nunca con el hombre de su elección, y la existencia de aquellos dos hijos era considerada sólo resultado de un «pequeño desliz».De cualquier manera, los novios se entrevistaron por primera vez en Valladolid el 14 de octubre de 1469, cinco días antes de su boda. El príncipe aragonés había viajado en secreto y disfrazado de criado para evitar que los partidarios del rey Enrique IV le impidieran llegar a Castilla y casarse con Isabel.La presentación de los novios tuvo lugar en casa de Juan de Vivero y de noche, para no ser vistos. Iba Fernando acompañado de cuatro caballeros, amigos suyos, todos disfrazados de arrieros. Resultaba difícil saber cuál de ellos era el príncipe. Gutierre de Cárdenas se lo indicó a Isabel, diciéndole por lo bajo, a la vez que lo señalaba: «Ese es, ése es.» La princesa pudo así examinarlo con la vista antes de que él hablara.
Agradecida a Gutierre por habérselo descubierto, le concedería, más tarde, añadir las eses a su escudo.
Le faltaba sólo conocer al novio, acerca del cual había recibido diferentes versiones. Le habían dicho que «era mozo de mediana y bien compuesta estatura, rostro grave, blanco y hermoso; de cabello castaño y de frente ancha, con algo de calva; que sus ojos eran claros con gravedad alegre, nariz y boca pequeñas, mejillas y labios colorados, bien sacado de cuello y formado de espalda, voz clara y sosegada y muy brioso a pie y a caballo».
Posiblemente no le dijeron a Isabel que su prometido Fernando había ya para entonces engendrado dos hijos, Alfonso y Juana, ilegítimos los dos. En realidad poco hubiera importado si se hubiera enterado —y quizá lo supo—, ya que el matrimonio de una princesa no se hacía casi nunca con el hombre de su elección, y la existencia de aquellos dos hijos era considerada sólo resultado de un «pequeño desliz».De cualquier manera, los novios se entrevistaron por primera vez en Valladolid el 14 de octubre de 1469, cinco días antes de su boda. El príncipe aragonés había viajado en secreto y disfrazado de criado para evitar que los partidarios del rey Enrique IV le impidieran llegar a Castilla y casarse con Isabel.La presentación de los novios tuvo lugar en casa de Juan de Vivero y de noche, para no ser vistos. Iba Fernando acompañado de cuatro caballeros, amigos suyos, todos disfrazados de arrieros. Resultaba difícil saber cuál de ellos era el príncipe. Gutierre de Cárdenas se lo indicó a Isabel, diciéndole por lo bajo, a la vez que lo señalaba: «Ese es, ése es.» La princesa pudo así examinarlo con la vista antes de que él hablara.
Agradecida a Gutierre por habérselo descubierto, le concedería, más tarde, añadir las eses a su escudo.
(Leyendas y anécdotas de la Historia de España – Fco. Xavier Tapia)