No es un olivo cualquiera. Nacido por casualidad en un día nuboso de hace más de 200 años, plantado por el tatarabueno de Manolo Jiménez. De hecho, para Manolo este olivo es como de la familia. Allí se refugiaba con su familia, cuando tenía 6 años, para evitar el peligro de las bombas que caían sobre su pueblo durante la guerra. "Era una choza de lujo, con habitaciones para hombres y mujeres", recuerda.
(El Mundo)
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