Mitos sobre encantadas o encantás, se pueden recoger a lo largo y ancho de la Península Ibérica. Adquieren distintos sobrenombres, en Galicia y Portugal se las demomina Mouras, Xana en Asturias, Anjanas y encantáas o encantos en Cantabria, la diosa Mari es un mito vasco similar... En Castilla, se las demomina moras o encantás (La Mancha).
El mito es similar en casi todas partes, siempre relacionadas con lugares lúgubres, oscuros y acuáticos: cuevas, pozos, ríos... Suelen ser bellas y de cabellos rubios, cabello que se peinan con un peine.
En el sur de Castilla están especialmente extendidas, encontrándolas en casi todas las comarcas del sur castellano. Carlos Villar Esparza recoge este mito en la Revista de Folclore:
Aparición, que salvo excepciones, era siempre sanjuanera. En Villanueva de los Infantes se decía que: “Era una señora muy guapa, encantada, que no se veía pero que se podía hablar con ella y provocaba miedo”, “Mora muy guapa, con el pelo largo, a la que apenas podían resistirse los hombres que la miraban a los ojos… cuando se iba a beber agua en abrevaderos en el campo, salía con un cántaro y te golpeaba en la cabeza”, “Mora que vivía en sitios subterráneos, Cuevas de San Miguel y la Mora y salía el día de San Juan. Se decía que estaba encantada y que si te acertaba a tocar con el peine, quedarías también encantado o encantada”.
La “Encantá” de Torre de Juan Abad, se dejaba ver en El Estrecho de las Torres, también conocido como Torres de Joray o Eznavejor, término de Villamanrique.
La noche de San Juan, junto a la Fuente del Piojo, bajo la sombra de los últimos restos de Joray, era el lugar elegido para la manifestación mágica. La informadora relata que, se dieron días que las gentes del pueblo, en grupos, marchaban a contemplar el prodigio. Aparecía con un camisón de raso azul y en una de sus manos un maravilloso peine de oro que le servía para sus suaves cabellos. Cuando alguno de los curiosos se acercaba en demasía, la aparición desaparecía.
Fantasmagoría compartida con el vecino pueblo de Villamanrique. En él se han conservado algunas leyendas sobre la maldición que pesa sobre la “Encantá”, antaño, hermosa mora enamorada de un cristiano infiel, y de un tesoro oculto. Ese día ninguna moza soltera pasaba por tal lugar ni con el pensamiento, de hacerlo, no se casaban.
En Alcubillas, en el cerro de San Isidro, asomaba otra “Encantá” de la que decían suplicaba por piedad a los caminantes, un poco de agua… cuando el gañán caritativo, conmovido por las palabras suplicantes y la belleza de la encantada se acercaba para entregársela, desaparecía.
Junto a los “Riscos de la Cubeta”, Ruidera, también aparecía esta visión: “Pues íbamos los chiquillos a varear aquello, para comer los anises y las mujeres, nuestras madres, las personas mayores nos decían: “… tener cuidado, ir a una hora, siempre al mediodía o por la tarde, porque por las mañanas hay una mujer vieja que está encantá, con un pelo muy largo, pero es un pelo que brilla mucho, es de color de oro que se peina con un peine de oro y sale por las mañanas en cuanto sale el sol, al sitio que da el sol, y se está peinando y si os coge a algún chiquillo os va a dejar encantaos y os vais a quedar allí y ella se va a salir que es lo que quiere”.
La “Encantá del Caño” asomaba por tierras del pueblo de Montiel.
Dato significante es que, las múltiples manifestaciones de la “Encantá”, suceden junto a corrientes de agua.
Etimológicamente la denominación de mora o moura, responde a la relación del vocablo prerromano "mor"(piedras, túmulo, cerro..) y que puede corresponderse con las"morras", poblados pertenecientes a la cultura del Bronce Manchego.
En Granátula de Calatrava encontramos una variante algo particular, la Trocanta. La leyenda cuenta que en el Cerro de la Encantada, próximo a Granátula de Calatrava, en el fondo de una cueva habita una especie de lagarto o culebra, que en las noches de San Juan se convierte en una hermosa mujer que incluso llega a sobrevolar los campos de la comarca. Su carácter, en principio se piensa que puede llegar a ser maligno...
El mito es similar en casi todas partes, siempre relacionadas con lugares lúgubres, oscuros y acuáticos: cuevas, pozos, ríos... Suelen ser bellas y de cabellos rubios, cabello que se peinan con un peine.
En el sur de Castilla están especialmente extendidas, encontrándolas en casi todas las comarcas del sur castellano. Carlos Villar Esparza recoge este mito en la Revista de Folclore:
Aparición, que salvo excepciones, era siempre sanjuanera. En Villanueva de los Infantes se decía que: “Era una señora muy guapa, encantada, que no se veía pero que se podía hablar con ella y provocaba miedo”, “Mora muy guapa, con el pelo largo, a la que apenas podían resistirse los hombres que la miraban a los ojos… cuando se iba a beber agua en abrevaderos en el campo, salía con un cántaro y te golpeaba en la cabeza”, “Mora que vivía en sitios subterráneos, Cuevas de San Miguel y la Mora y salía el día de San Juan. Se decía que estaba encantada y que si te acertaba a tocar con el peine, quedarías también encantado o encantada”.
La “Encantá” de Torre de Juan Abad, se dejaba ver en El Estrecho de las Torres, también conocido como Torres de Joray o Eznavejor, término de Villamanrique.
La noche de San Juan, junto a la Fuente del Piojo, bajo la sombra de los últimos restos de Joray, era el lugar elegido para la manifestación mágica. La informadora relata que, se dieron días que las gentes del pueblo, en grupos, marchaban a contemplar el prodigio. Aparecía con un camisón de raso azul y en una de sus manos un maravilloso peine de oro que le servía para sus suaves cabellos. Cuando alguno de los curiosos se acercaba en demasía, la aparición desaparecía.
Fantasmagoría compartida con el vecino pueblo de Villamanrique. En él se han conservado algunas leyendas sobre la maldición que pesa sobre la “Encantá”, antaño, hermosa mora enamorada de un cristiano infiel, y de un tesoro oculto. Ese día ninguna moza soltera pasaba por tal lugar ni con el pensamiento, de hacerlo, no se casaban.
En Alcubillas, en el cerro de San Isidro, asomaba otra “Encantá” de la que decían suplicaba por piedad a los caminantes, un poco de agua… cuando el gañán caritativo, conmovido por las palabras suplicantes y la belleza de la encantada se acercaba para entregársela, desaparecía.
Junto a los “Riscos de la Cubeta”, Ruidera, también aparecía esta visión: “Pues íbamos los chiquillos a varear aquello, para comer los anises y las mujeres, nuestras madres, las personas mayores nos decían: “… tener cuidado, ir a una hora, siempre al mediodía o por la tarde, porque por las mañanas hay una mujer vieja que está encantá, con un pelo muy largo, pero es un pelo que brilla mucho, es de color de oro que se peina con un peine de oro y sale por las mañanas en cuanto sale el sol, al sitio que da el sol, y se está peinando y si os coge a algún chiquillo os va a dejar encantaos y os vais a quedar allí y ella se va a salir que es lo que quiere”.
La “Encantá del Caño” asomaba por tierras del pueblo de Montiel.
Dato significante es que, las múltiples manifestaciones de la “Encantá”, suceden junto a corrientes de agua.
Etimológicamente la denominación de mora o moura, responde a la relación del vocablo prerromano "mor"(piedras, túmulo, cerro..) y que puede corresponderse con las"morras", poblados pertenecientes a la cultura del Bronce Manchego.
En Granátula de Calatrava encontramos una variante algo particular, la Trocanta. La leyenda cuenta que en el Cerro de la Encantada, próximo a Granátula de Calatrava, en el fondo de una cueva habita una especie de lagarto o culebra, que en las noches de San Juan se convierte en una hermosa mujer que incluso llega a sobrevolar los campos de la comarca. Su carácter, en principio se piensa que puede llegar a ser maligno...