La DRAE recoge este término como un adjetivo aumentativo y despectivo, como sinónimo de “Cíclope”. J. M. de Barandiarán relaciona al ser mítico de un solo ojo, con los ogros o gigantes que aparece en cuentos castellanos como “El ojanco” y otros nombres parecidos. Estos cíclopes castellanos, también conocidos como “ojarancos” “ujancos” o “ojaranquillos”, se les representan como una especie de seres simiescos de barbas tan ásperas como cerdas de jabalí que le llegaban a las rodillas y así le tapaban el cuerpo, pues solía ir desnudo. Su peculiaridad era tener dos filas de dientes y un único ojo brillante que le ocupaba casi toda la zona frontal (y en algunos relatos populares se atribuyen además dos cuernos). Era ágil como las águilas y con una extremada fuerza. Habitan en montañas, cuevas, posadas o castillos. Suelen disponer de rebaños (pastores, como en La Odisea) o de un ejército y servidores coaccionados, y les gusta de la carne humana. El mito está emparentado con sus “primos”, el Xigante gallego y el Patarico asturiano, junto a su “hermano” cántabro el Ojáncanu.
Estos seres han sido recogidos no solo en leyendas, como ejemplo La cueva de los gigantones en Alcalá de Henares (Madrid) o El Gigante del Valle Estrecho en San Martín de los Herreros (Palencia). También en los cuentos populares castellanos [“Cuentos castellanos de tradición oral” (1983), “Cuentos populares de Castilla” (1946)] como también en relatos de escritores eruditos como Luis Vélez de Guevara en “El caballero del Sol” (1617). Mencionándose también en la obra de Fray Benito Jerónimo Feijoo, “Teatro crítico universal, tomo segundo” (1728) en contra de las supersticiones populares de la siguiente manera: "Ya se sabe que en ninguna parte de la Tierra hay Pigmeos, ni Ojancos, ni Hipógrifos, ni hombres con cabezas caninas, ni otros con los ojos en el pecho, ni aquellos de pie tan grande, que con él hacen sombra a todo el cuerpo, u otras monstruosidades semejantes."
Además, se conoce de su versión femenina, como la Ojáncana o en Piedrabuena (Ciudad Real) denominada la Ojanca. Ésta, era usada para asustar a los niños, cuyo nombre explicaban los lugareños en razón de que tenía un ojo muy grande.
En la provincia de Jaén se halla el municipio de Arroyo del Ojanco. Aunque aquí probablemente la palabra Ojanco no se refiera al mitológico ser, sí no a una confusión con la denominación de un batán y unas torres que posteriormente darían nombre al municipio. Estas torres y el batán eran conocidos antiguamente con el nombre de Ojanco. No hay tampoco testimonios en los cuentos, leyendas y mitos de la zona acerca de ningún ser denominado ojanco.