Había en San Quintín de Mediona una masía de gran riqueza, que debía heredar, por no tener más hermanos, una hermosísima joven, hija de los dueños. Eran muchos los muchachos del pueblo, y aun de toda la comarca, que pretendían la mano de la joven; pero a todos los rechazaba ésta, alegando que no había llegado todavía la hora de casarse.
Iba pasando el tiempo, y la pubilla no se decidía por ninguno.
Tres, entre los muchos que la habían querido, fueron más constantes, y continuaron asediándola, a pesar de sus negativas.
Por todas partes donde iba la seguían; intentaban bailar con ella en los saraos; se los encontraba cuando salía a apacentar sus rebaños, cuando iba de paseo, siempre y en todas partes.
Cansada ya de decirles que todo era inútil, fuese a ver a una bruja que habitaba la cueva denominada de Bolet y le pidió que la encantara. De esta manera se libraría de sus tres pretendientes.
Hízolo así la bruja, y allí en la misma cueva quedó la joven, toda vestida de blanco y de pie sobre un alto pilar, rodeado de serpientes que no permitían que nadie se acercara a ella.
Únicamente el que consiguiera atravesar la muralla de víboras y tocar la orla de su manto blanco podría entonces desencantarla y casarse con ella.
Cuenta la leyenda que muchos fueron los que intentaron entrar en la cueva y desencantar a la pubilla de Casa Fábregas. De ellos son los huesos que llenan el suelo de la cueva de Bolet, ya que asegura la leyenda popular que no sólo no consiguió ninguno desencantarla, sino que ni uno solo salió de allí con vida.
Allí permanece la pubilla, según creencia de los viejos del pueblo, y únicamente en la noche del día de san Juan, a las doce en punto, sale a tender su ropa en los zarzales que hay frente a la cueva y que casi obstruyen el paso.
(Leyendas de España - Vicente García de Diego)
Iba pasando el tiempo, y la pubilla no se decidía por ninguno.
Tres, entre los muchos que la habían querido, fueron más constantes, y continuaron asediándola, a pesar de sus negativas.
Por todas partes donde iba la seguían; intentaban bailar con ella en los saraos; se los encontraba cuando salía a apacentar sus rebaños, cuando iba de paseo, siempre y en todas partes.
Cansada ya de decirles que todo era inútil, fuese a ver a una bruja que habitaba la cueva denominada de Bolet y le pidió que la encantara. De esta manera se libraría de sus tres pretendientes.
Hízolo así la bruja, y allí en la misma cueva quedó la joven, toda vestida de blanco y de pie sobre un alto pilar, rodeado de serpientes que no permitían que nadie se acercara a ella.
Únicamente el que consiguiera atravesar la muralla de víboras y tocar la orla de su manto blanco podría entonces desencantarla y casarse con ella.
Cuenta la leyenda que muchos fueron los que intentaron entrar en la cueva y desencantar a la pubilla de Casa Fábregas. De ellos son los huesos que llenan el suelo de la cueva de Bolet, ya que asegura la leyenda popular que no sólo no consiguió ninguno desencantarla, sino que ni uno solo salió de allí con vida.
Allí permanece la pubilla, según creencia de los viejos del pueblo, y únicamente en la noche del día de san Juan, a las doce en punto, sale a tender su ropa en los zarzales que hay frente a la cueva y que casi obstruyen el paso.
(Leyendas de España - Vicente García de Diego)