El pueblo, se dice, nació en torno al costumbrista barrio de La Solana, actualmente la más perfecta y depurada muestra de arquitectura popular. De hecho todavía se percibe cierto pintoresquismo: casas con saledizos aguantadas por maderas o pilastras que lucen solanas y balcones corridos.
HISTORIA
La villa se fundó nada menos que por el avance reconquistador de Alfonso I (739-756), quien desde el reino astur creó una tierra de nadie peninsular controlada indistintamente por moros y cristianos. Sin embargo, poco cabalgó la morisma por la hoya lebaniega; bien al contrario, estas montañas fueron testigo de cómo los visigodos que se habían refugiado en el norte se iban organizando.
Ya en el siglo X desde Potes se administraba toda la comarca, pero con el paso del tiempo y bajo control feudal acabó por convertirse en campo de disputas entre nobles montañeses (siglo XV), y también (las Comunidades) de los nobles contra Carlos I. Al final, Potes pasa a manos de la madre del marqués de Santillana para terminar siendo señorío del duque Infantado.
Durante la guerra de la Independencia, el pueblo sirvió de centro de operaciones al general Díaz Porlier, quien recibió la visita de los napoleónicos dirigidos por Ney (destrozaron y se llevaron todo lo que pudieron). Tras la guerra civil el pueblo quedó medio arruinado.
Potes es también un activo centro comercial y tiene unos 1.500 habitantes. No falta la estatua-homenaje al médico rural. Por último, añadiremos que por las montañas lebaniegas anduvo Juanín, el último emboscado de nuestra larga posguerra.
(Guía azul - Pueblos escogidos)