Hacía dos años que la enfermedad de la reina María Luisa Gabriela de Saboya primera mujer de Felipe V empeoraba día a día, agravándose en los comienzos del año 1713, que los médicos temieron por su vida especialmente cuando tuvieron conocimiento que se encontraba embarazada. Pasó todo el embarazo bajo una estrecha vigilancia guardando cama la mavor parte del tiempo aquejada de fuertes fiebres sin fuerzas para levantarse. A la llegada del verano mostró su deseo de ir al palacio de El Pardó buscando el aire más puro que alivíase su respiración mas el traslado no fue aconsejable debido a su delicado estado de salud. Permaneció durante todo el embarazo en el palacio del Buen Retiro donde sin ninguna dificultad dió a luz el 23 de septiembre de 1713, a un varón que años más tarde subiría al Trono de España como Fernando VI.
Dado el delicado estado de salud en que se encontraba la Reina, la crianza del recién nacido fue encomendada a un ama de cría que se ocupó de amamantarle en los primeros meses de su vida. A los cinco meses de su nacimiento moría su madre, quedando huérfano del tan necesitado cariño maternal. La segunda mujer de su padre Isabel de Farnesio no prestó ningún interés por su hijastro, jamás mostró hacia él ni cuidado, ni atención, ni cariño. Tampoco encontró en su padre el amor que necesitaba pues Felipe V se limitaba a visitar los aposentos de sus hijos únicamente cinco minutos en las primeras horas del día. No es de extrañar que en estas circunstancias el Principe creciese en soledad y que su carácter se fuera forjando bajo la indiferencia, apatía y melancolía que al igual que a su padre, acabaría degenerando en depresión con funestas consecuencias en el final de su vida, Volcó desde niño todo su cariño en su hermano Luis, con quien mantenía una fuerte unión que se acrecentó aún más con el nacimiento del infante Carlos primogénito de la segunda mujer de su padre.