Alfonso X se casó con Violante, hija de Jaime I el Conquistador, un rey experimentado en mil batallas y luchas internas. Con el paso del tiempo ambos monarcas llegaron a experimentar un afecto mutuo, cariño y admiración. La historia nos ha dejado una página entrañable de la entrevista que mantuvieron en Tarazona (Zaragoza), poco después de la boda del príncipe Fernando, primogénito de Alfonso y sobrino del rey de Aragón, celebrada en Agreda (Soria). Siete días de conversaciones llenos de sabios consejos y sentencias acertadas nacidas de la experiencia y el dolor.
Jaime I le explicó a su yerno, entre otras advertencias, que "más le valía pasar por la vergüenza de decir que no a los que le solicitaban alguna cosa que no tener que arrepentirse por no poder cumplir lo que había prometido". Ni oralmente ni por escrito se entiende. Le habló de estar siempre al lado de las ciudades y de la Iglesia, de alcanzar el amor de sus súbditos, de poner al frente de las repoblaciones a personas cualificadas, preparadas para el buen gobierno, y de administrar justicia de manera transparente, sin ocultar decisiones, impropias de un rey celoso con el derecho.
(Javier Leralta)