Hasta 1868 un busto de Isabel II firmado por Andreu Aleu presidía la escalera de honor del Liceu. Fue así hasta La Gloriosa, revolución que acabó con el reinado de la madre de Alfonso XII y con la estatua, o mejor, acabó con la nariz pétrea de la soberana. La reina puso pies en polvorosa camino de Francia, y el busto fue arrastrado Rambla abajo (con cuerdas, según unos, rodando, a juicio de otros) y tirado al mar. Sobre su inmersión submarina todo el mundo coincide. Sobre su recuperación las versiones son dispares. La romántica afirma que Rossend Nobas, discípulo de Aleu, decidió ir a recuperarla con una barca para llevársela a su maestro. La más realista cuenta que se encontró con motivo de unas obras en el puerto. Fuera como fuese el resultado es el mismo: en la actualidad dormita en las reservas del MNAC.
Aunque hasta mediados de enero tiene permiso para estar en salas. Luce, sin nariz, en la exposición'La caja entrópica', dando la espalda a la sala noble de la Casa Clarós o Casa Serra, como más guste, y mirando de reojo a las puertas originales de la Casa Batlló.
Aunque hasta mediados de enero tiene permiso para estar en salas. Luce, sin nariz, en la exposición'La caja entrópica', dando la espalda a la sala noble de la Casa Clarós o Casa Serra, como más guste, y mirando de reojo a las puertas originales de la Casa Batlló.
(El Periódico)