He aquí cómo se describe a una marquesa que acababa de enviudar:
"Es preciso que una mujer sea tan hermosa como la marquesa de los Ríos para conservar algún encanto envuelta en aquellas negruras. Negra era la toca; negro el vestido; negra la batista sin pliegues que caía más abajo de la rodilla; negra la muselina que le envolvía el rostro y le cubría la garganta, ocultando su cabellera; negro el manto de tafetán que la tapaba hasta los pies; negro el sombrero de anchas alas, sujeto en la barbilla por cintas de seda negra. Me han
dicho que el sombrero sólo se usa en viaje. Así visten las viudas y las dueñas, cuya envoltura es bastante para imponer miedo al más valiente y les da un extraño aspecto, a pesar de lo cual la joven marquesa estaba muy hermosa con su incómodo luto, que las damas españolas visten hasta que vuelven a casarse; y entre las muchas cosas que las viudas se ven precisadas a tener en cuenta en
este país, está el llorar a lágrima viva la muerte del marido, a quien algunas veces no habrán amado mucho. He sabido también que
pasan el primer año de luto en una habitación tapizada de negro, donde no se deja entrar un solo rayo de sol, y se sientan con las piernas cruzadas sobre un pequeño almohadón de tela de Holanda. Terminado el año se retiran a otra habitación cuyas paredes tienen tapices algo más claros, pero sin pinturas ni espejos, de los que no hacen uso las viudas, como tampoco de los servicios de plata ni de los muebles de lujo; es preciso que vivan tan retiradas como si
perteneciesen a otro mundo. Estas contrariedades son muchas veces ocasión para que las damas ricas vuelvan a casarse sin más objeto que disfrutar libremente de su riqueza."
(Carlos Fisas)
"Es preciso que una mujer sea tan hermosa como la marquesa de los Ríos para conservar algún encanto envuelta en aquellas negruras. Negra era la toca; negro el vestido; negra la batista sin pliegues que caía más abajo de la rodilla; negra la muselina que le envolvía el rostro y le cubría la garganta, ocultando su cabellera; negro el manto de tafetán que la tapaba hasta los pies; negro el sombrero de anchas alas, sujeto en la barbilla por cintas de seda negra. Me han
dicho que el sombrero sólo se usa en viaje. Así visten las viudas y las dueñas, cuya envoltura es bastante para imponer miedo al más valiente y les da un extraño aspecto, a pesar de lo cual la joven marquesa estaba muy hermosa con su incómodo luto, que las damas españolas visten hasta que vuelven a casarse; y entre las muchas cosas que las viudas se ven precisadas a tener en cuenta en
este país, está el llorar a lágrima viva la muerte del marido, a quien algunas veces no habrán amado mucho. He sabido también que
pasan el primer año de luto en una habitación tapizada de negro, donde no se deja entrar un solo rayo de sol, y se sientan con las piernas cruzadas sobre un pequeño almohadón de tela de Holanda. Terminado el año se retiran a otra habitación cuyas paredes tienen tapices algo más claros, pero sin pinturas ni espejos, de los que no hacen uso las viudas, como tampoco de los servicios de plata ni de los muebles de lujo; es preciso que vivan tan retiradas como si
perteneciesen a otro mundo. Estas contrariedades son muchas veces ocasión para que las damas ricas vuelvan a casarse sin más objeto que disfrutar libremente de su riqueza."
(Carlos Fisas)