Bulnes es el único pueblo asturiano que aún hoy carece de acceso rodado. Hasta el año 2001 en que se construyó el funicular este pequeño pueblo de los Picos de Europa estuvo prácticamente aislado del mundo.
La única manera que tenían sus habitantes de contactar con él era a través de una pista que salía de Poncebos e iba por el canal del Tejo hasta el pueblo, ayudados por mulas o ganado de carga para subir los alimentos y útiles de su vida diaria.
Durante el año habitan en él unas 20 personas, número que se ve aumentado durante los veranos.
Gracias a la creación del funicular, que funciona diariamente cada 30 minutos y salva 400 metros de desnivel en apenas 2 km. De recorrido y ha costado 12 millones de euros, los habitantes de Bulnes vieron dar un giro a sus vidas de 180º y los turistas que querían conocer el pueblo podían ahorrarse la dura travesía de ascenso.
El pueblo es pequeño pero hermoso, se divide en dos núcleos de casas, uno más elevado que el otro. Hay bares de cocina casera asturiana donde comerse una buena fabada, cordero guisado o cebollas rellenas y vistas maravillosas hacia el Naranjo de Bulnes y caminos y rutas que salen del pueblo en los que bajar la digestión.
Merece mucho la pena darse un paseo por este pequeño pueblecito asturiano, disfrutar de nuestros paisajes, de la naturaleza, de la gastronomía y de sus gentes. Imprescindible.
(Minube)
La única manera que tenían sus habitantes de contactar con él era a través de una pista que salía de Poncebos e iba por el canal del Tejo hasta el pueblo, ayudados por mulas o ganado de carga para subir los alimentos y útiles de su vida diaria.
Durante el año habitan en él unas 20 personas, número que se ve aumentado durante los veranos.
Gracias a la creación del funicular, que funciona diariamente cada 30 minutos y salva 400 metros de desnivel en apenas 2 km. De recorrido y ha costado 12 millones de euros, los habitantes de Bulnes vieron dar un giro a sus vidas de 180º y los turistas que querían conocer el pueblo podían ahorrarse la dura travesía de ascenso.
El pueblo es pequeño pero hermoso, se divide en dos núcleos de casas, uno más elevado que el otro. Hay bares de cocina casera asturiana donde comerse una buena fabada, cordero guisado o cebollas rellenas y vistas maravillosas hacia el Naranjo de Bulnes y caminos y rutas que salen del pueblo en los que bajar la digestión.
Merece mucho la pena darse un paseo por este pequeño pueblecito asturiano, disfrutar de nuestros paisajes, de la naturaleza, de la gastronomía y de sus gentes. Imprescindible.
(Minube)