Esta leyenda hace alusión al nacimiento de la famosa rueda de la Ñora, terrenos antes llamados del Tomillojo hasta el siglo XV y que mandó construir una señora rica del pueblo, a la que sus vecinos llamaban Pusmarina, que por la gracia del borrico de su hijo que se metía en tropecientos fregados con los monjes Jerónimos (que no olvidemos que introdujeron el cultivo del pimentón en estas tierras), éstos, hartos de tantos problemas con el muchacho, decidieron pedirle a la rica y roñosa señora un precio más que alto para la época, como pago para mantener la boca cerrada y no tener que meter al inquieto muchacho en problemas: que donara una cierta cantidad de dinero para construir una rueda en el pueblo con la que poder abastecerse de agua.
El muchacho parecía que tenía el asno en el cuerpo de lo temerario y loco que era, pero gracias a esta donación, fue construida una de las maravillas que tenemos en la huerta, (sin desdeñar a la que hay en Alcantarilla, claro) y desde ese día, el muchacho se calmó, y por ello se dice que se le salió el asno del cuerpo, suponemos, del escarmiento que llevó.
(Murcia, tierra de misterios)
El muchacho parecía que tenía el asno en el cuerpo de lo temerario y loco que era, pero gracias a esta donación, fue construida una de las maravillas que tenemos en la huerta, (sin desdeñar a la que hay en Alcantarilla, claro) y desde ese día, el muchacho se calmó, y por ello se dice que se le salió el asno del cuerpo, suponemos, del escarmiento que llevó.
(Murcia, tierra de misterios)