Dice la leyenda que ciertos carboneros y leñadores de Montejo afirman que el bosque conocido como El Chaparral está habitado por duendes y hadas y que éstas, juguetonas y curiosas, gustaban de engatusar a los visitantes y caminantes del bosque con sus caricias y dulces cánticos. Estos cantos tan melosos y atractivos servían para llevar a los paseantes hasta sus guaridas y convertirlos en animales tales como la lagartija o el petirrojo, con el objetivo de dotar al mencionado bosque de mayor número de habitantes y lograr así mayor encanto
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