Hay quien dice que la primavera es la mejor época del año para conocer un espacio natural en todo su esplendor, pero seguramente aquel que lo afirme con rotundidad no ha paseado por los jardines del Campo del Moro durante el otoño. Y es que no hay atardecer más bonito en Madrid que el que puede verse desde este recinto ajardinado cuando el calor del verano se transfigura en eco lejano.
Situado a los pies del Palacio Real y con un pronunciado desnivel, el Campo del Moro se extiende casi como la alfombra roja que habría de pisarse para acceder a él. Dista solo unos pasos del río Manzanares, por lo que se trata de un lugar especialmente fresco, sobre todo en
las últimas horas del día, cuando la humedad del ambiente se hace patente.
Declarado Jardín Histórico Artístico en 1931 y dependiente en la actualidad de Patrimonio Nacional, este espacio, de unas 20 hectáreas de extensión, recibe su nombre del almorávide Alí ben Yusuf, quien en el año 1109 estableció allí su campamento para tratar de reconquistar el que fuera el Alcázar.
El aspecto singular que tiene hoy el parque se debe a las reformas acontecidas durante el reinado de Isabel II, quien le confirió su carácter romántico y sus trazados curvilíneos. Anteriormente, Felipe IV ya había iniciado esta labor, pero es a finales del siglo XIX cuando se produce gran parte de la plantación de flora y se instalan los pabellones de recreo y las fuentes de los Tritones y el Palacio de las Conchas.
Los pequeños senderos e intrincados caminos de tierra invitan a las parejas de enamorados a adentrarse en este paraje lleno de encanto que se sitúa en pleno corazón de Madrid.
También son muchas las familias con niños que vienen a dar un paseo: aquí es muy fácil ver de cerca ardillas, faisanes y esplendorosos
pavos reales.
(20 minutos)
Situado a los pies del Palacio Real y con un pronunciado desnivel, el Campo del Moro se extiende casi como la alfombra roja que habría de pisarse para acceder a él. Dista solo unos pasos del río Manzanares, por lo que se trata de un lugar especialmente fresco, sobre todo en
las últimas horas del día, cuando la humedad del ambiente se hace patente.
Declarado Jardín Histórico Artístico en 1931 y dependiente en la actualidad de Patrimonio Nacional, este espacio, de unas 20 hectáreas de extensión, recibe su nombre del almorávide Alí ben Yusuf, quien en el año 1109 estableció allí su campamento para tratar de reconquistar el que fuera el Alcázar.
El aspecto singular que tiene hoy el parque se debe a las reformas acontecidas durante el reinado de Isabel II, quien le confirió su carácter romántico y sus trazados curvilíneos. Anteriormente, Felipe IV ya había iniciado esta labor, pero es a finales del siglo XIX cuando se produce gran parte de la plantación de flora y se instalan los pabellones de recreo y las fuentes de los Tritones y el Palacio de las Conchas.
Los pequeños senderos e intrincados caminos de tierra invitan a las parejas de enamorados a adentrarse en este paraje lleno de encanto que se sitúa en pleno corazón de Madrid.
También son muchas las familias con niños que vienen a dar un paseo: aquí es muy fácil ver de cerca ardillas, faisanes y esplendorosos
pavos reales.
(20 minutos)