La que fue la primera capital de todas las Canarias ha perdido con el tiempo el poder que le dio tal honor. Pero no pasó lo mismo con su monumentalidad, que ha sobrevivido como un oasis en el escarpado y yermo corazón de Fuerteventura. La iglesia de Santa María sirve como faro que guía a las floridas calles que llegan hasta su plaza. En ellas, balcones de madera cubiertos de alegres flores resaltan ante el blanco impoluto de las paredes, que buscan reflectar como pueden la luz y el calor.
Y como punto determinante para los hambreviva, las tiendas se abren ofreciendo el queso majorero, el producto alimenticio más exitoso de la isla.
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(Traveler)