La Cueva, situada en la localidad cacereña de Castañar de Ibor, se descubrió de manera casual en el año 1969, cuando un agricultor estaba labrando el olivar en el que se encuentra la entrada. Los vapores que salían de su boca de entrada, pronto despertaron la inventiva popular, que achacó el fenómeno a la existencia de un supuesto "volcán". Los estudios que realizó el entonces Instituto Geológico y Minero, supusieron la confirmación de la existencia de una formación geológica de gran valor.
Se trata de una cavidad kárstica con un desarrollo laberíntico, superior a los 1.000 metros, excavada en rocas compuestas por alternancias de dolomías y de pizarras, materiales que no son fácilmente solubles, lo que supone una de las muchas singularidades de la Cueva de Castañar.
Otra característica reseñable es la gran antigüedad de las rocas donde se desarrolla la cueva. En concreto, se depositaron en un medio marino, en un momento de la Historia geológica de la Tierra hace aproximadamente unos 500 millones de años, al final del periodo conocido como Precámbrico. Quizás sea la Cueva de Castañar la única conocida en España abierta en rocas tan antigua.
Pese a todo lo anterior, lo realmente sorprendente de la Cueva de Castañar es su ornamentación interior. La abundancia y variedad de los espeleotemas que tapizan los techos, paredes y suelos de sus salas y galerías es verdaderamente única.
El aragonito y la calcita, teñidos a veces por los óxidos de hierro y de manganeso, proporcionan un auténtico espectáculo de formas y colores.
Las excéntricas, flores de aragonito, agujas, cristalizaciones arborescentes, coladas, gours, estalactitas, estalagmitas y columnas que aparecen en las salas Nevada, Blanca, Roja, de las Banderas, en el Jardín, en la Librería, los Corales, en los Lagos, en fin, por todos los rincones de la cavidad, dibujan un paisaje subterráneo digno de figurar como uno de los más sugerentes de la Extremadura natural.
(ACTE)