Por el camino llegaron dos pobres. Sus vestiduras eran unos harapos en los que difícilmente se podían reconocer restos de un traje. Sus caras estaban demacradas por el hambre, y los labios resecos por la sed. Habían caminado bajo un sol abrasador y apenas podían sostenerse. Se detuvieron cerca de la era y, juzgando por la cantidad y aspecto del trigo amontonado que debía de haber gente acomodada que los pudiese socorrer, allá se fueron.. Preguntaron a los sirvientes por el dueño, y se lo indicaron. Acercáronse hasta donde estaba el rico labrador, que tomaba en su mano el trigo y se entretenía en dejarlo caer como acariciándolo. A su lado estaban la medida y el rasero con que se preparaba para medir el trigo, regocijándose ya por adelantado de la riqueza obtenida. Llegaron los mendigos y le dijeron: "Señor hemos andado día y noche sin encontrar más que tierra ; árida donde nada crecía. Estamos hambrientos, pues ni aun raíces hemos podido comer. Dadnos algo, y os lo pagaremos con nuestras oraciones y con nuestro trabajo". Mas el orgulloso dueño les contestó, (con una mueca de desprecio: "No tengo nada para daros. Marchaos de aquí". "¿Nada? - preguntó con ira el más joven de los rnendigos - ¿ Nada y teneis delante de vos ese montón de trigo?" "No es trigo sinó tierra" contestó con burla el labrador. Y entonces el pobre exclamó: "Ojalá permita Dios que tierra se os vuelva!".
Iba a golpearle, indignado, el labrador, cuando vio, espantado, como el montón de trigo cambiaba de color lentamente, y el dorado brillante y gozoso iba apagando su resplandor, el amarillo se iba volviendo pardo. Lo mismo sucedía con el de paja. Y así, los dos montones, creciendo enormemente en su volumen, se hicieron de tierra, quedando convertidos en unos cerretes tan áridos, que nada crece en ellos, ni aun las hierbas más humildes y silvestres. Y los demás montones de trigo y paja se convirtieron también en tierra y piedra; y piedra se hicieron hasta la medida y el rasero que estaban junto al avariento. Y se dice que aún se ven en el umbral de una casa de Torredondo.
Tal es el origen del montón de trigo y el montón de paja que aún ofrecen en su forma el recuerdo del fruto primitivo y del portento que los transformó.
(según Leyendas de España de Vicente García de Diego)