Hércules y Pirene, una gentil doncella hija del rey Túbal, nieto de Noé, que reinaba en las montañas, tuvieron en el transcurso de los doce trabajos del héroe en Iberia — que le había encomendado Euristeo, rey de Micenas — una historia de amor. Esta se vio interrumpida por el fallecimiento inexplicable y repentino de la princesa. Y Hércules, enloquecido por el dolor, hizo chocar unas montañas contra otras por encima de los despojos de su amada, hasta formar una tumba inmensa, que constituyó la cordillera de los Pirineos.
Más tarde, agotado por la labor, decidió acercarse al mar a refrescarse y descansar. Así llegó a la montaña de Montjuich. Maravillado por la feracidad y belleza del valle que se abrió ante sus ojos, decidió erigir allí una ciudad cuando tuviera tiempo. Después de abrir el Jardín de las Hespérides, plantar las columnas que llevan su nombre y separar Europa de Africa, pudo afrontar dicha tarea.
Nueve naves llenas de gente escogida surcaron el Mediterráneo desde el oriente con destino a la planicie que Hércules había divisado tiempo atrás. Los temporales dispersaron los barcos y, aunque una nave se perdió y otra recaló en Marsella, lograron llegar a su destino. Allí encontraron a sus compañeros perdidos, ocupados ya en el levantamiento de la nueva urbe. Feliz por el acontecimiento y el hallazgo de aquellos a quienes tanto quería, Hércules decidió entonces llamarla «Barca-nona», pues era la novena barca la que se había extraviado en el camino.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)
Más tarde, agotado por la labor, decidió acercarse al mar a refrescarse y descansar. Así llegó a la montaña de Montjuich. Maravillado por la feracidad y belleza del valle que se abrió ante sus ojos, decidió erigir allí una ciudad cuando tuviera tiempo. Después de abrir el Jardín de las Hespérides, plantar las columnas que llevan su nombre y separar Europa de Africa, pudo afrontar dicha tarea.
Nueve naves llenas de gente escogida surcaron el Mediterráneo desde el oriente con destino a la planicie que Hércules había divisado tiempo atrás. Los temporales dispersaron los barcos y, aunque una nave se perdió y otra recaló en Marsella, lograron llegar a su destino. Allí encontraron a sus compañeros perdidos, ocupados ya en el levantamiento de la nueva urbe. Feliz por el acontecimiento y el hallazgo de aquellos a quienes tanto quería, Hércules decidió entonces llamarla «Barca-nona», pues era la novena barca la que se había extraviado en el camino.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)