Es difícil superar este parque natural en cuanto a belleza canaria en estado original. La línea regular zarpa de Corralejo y en 20 minutos ya estamos en el islote de 6 kilómetros cuadrados y 13,7 kilómetros de costa. Conviene emprender la calurosa excursión con sombrero y un mínimo de dos litros de agua por persona.
En unas tres horas se rodea el islote, subiendo a La Caldera -el monte tutelar de Lobos-, pasando por el faro de Martiño, el humedal de Las Lagunitas y comiendo en El Puertito el pescado que fríe Antonio Hernández, hijo del último farero de Lobos; solo acepta reservas en persona. Quien lleve el bocata dispondrá al lado de un merendero con máquina expendedora de bebidas. La tarde, mejor reservarla para zambullirse en La Concha, donde se excava un taller romano de púrpura vinculado con Gades (Cádiz).
Una visita más ligera -la canícula manda-, pasa por subir a La Caldera, darse un primer chapuzón en La Concha, atravesar El Puertito, de aguas de colorido inigualable, hacia Las Lagunitas, y regresar a aquel para comer. En La Concha se aprovecha la tarde al máximo: en cuanto vemos zarpar el barco de Corralejo recogemos los bártulos y caminamos tranquilamente hasta el muelle, que se alcanza en 6 minutos.(El País)