El nombre de este pueblo, asentado en un altozano, evoca la presencia imponente de su castillo, una fortaleza de origen árabe reformada más tarde por el infante Don Juan Manuel y por el marqués de Villena, que la utilizó en sus permanentes contiendas con la corona. En una de ellas, murió al pie de sus muros el poeta Jorge Manrique, que pertenecía a la orden de Santiago y defendía la causa de Isabel la Católica frente a las aspiraciones al trono de Juana la Beltraneja.
En el siglo XVII, se hábilitó la iglesia parroquial en el interior del castillo y se utilizó uno de sus torreones para levantar el campanario, que rompe el macizo perfil de los muros.
A los pies de la fortaleza se extiende el pueblo, que estuvo protegido por murallas de las que apenas queda un fragmento sobre un cerro cercano.
El núcleo urbano conserva blancas fachadas con bonitas rejas de forja, renacentistas y barrocas, y los restos de un convento del siglo XIV, I en cuyo interior se pueden apreciar elementos del antiguo claustro y la iglesia aneja. Con el tiempo, el edificio pasaría a ser vivienda agrícola después de servir como cárcel local.
(Pequeños pueblos medievales)