La ciudad romana de Barcino es el precedente inmediato de la actual ciudad de Barcelona. Colonia romana, fue fundada durante el reinado del emperador Augusto(27 a.C.-14 d.C.) en la llanura litoral que comprenden el Besós y el Llobregrat.
El primitivo recinto fue edificado sobre una colina que se llamó Mons Taber. Para su construcción se siguieron las pautas urbanísticas romanas, es decir, planta rectangular extendida sobre dos ejes (decumanus y cardo maximus) que se encontraban en el foro. Este coincide actualmente con la ubicación de la plaza de Sant Jaume. Como modo de honrar a Augusto, emperador divinizado, sobre la colina se construyó un templo, del que hoy tan solo pueden apreciarse cuatro columnas dentro del Centre Excursioniste de Catalunya.
El papel estratégico de Barcino, punto de llegada de los grandes ejes norteño y mediterráneo, otorgó a la ciudad desde muy pronto un activo desarrollo comercial y económico. Sin duda, esto provocó un importante aumento de la población y la expansión de la pequeña ciudad original. Este proceso de crecimiento en tamaño e importancia se vio refrendado cuando, a principios del siglo IV y tras la primera invasión de francos y alamanes, Barcelona había relegado a Tarraco como capital de la provincia romana denominada Hispania Citerior. De esta época (fines del siglo III y comienzos del IV) aun son visibles los restos de la muralla.
El primitivo recinto fue edificado sobre una colina que se llamó Mons Taber. Para su construcción se siguieron las pautas urbanísticas romanas, es decir, planta rectangular extendida sobre dos ejes (decumanus y cardo maximus) que se encontraban en el foro. Este coincide actualmente con la ubicación de la plaza de Sant Jaume. Como modo de honrar a Augusto, emperador divinizado, sobre la colina se construyó un templo, del que hoy tan solo pueden apreciarse cuatro columnas dentro del Centre Excursioniste de Catalunya.
El papel estratégico de Barcino, punto de llegada de los grandes ejes norteño y mediterráneo, otorgó a la ciudad desde muy pronto un activo desarrollo comercial y económico. Sin duda, esto provocó un importante aumento de la población y la expansión de la pequeña ciudad original. Este proceso de crecimiento en tamaño e importancia se vio refrendado cuando, a principios del siglo IV y tras la primera invasión de francos y alamanes, Barcelona había relegado a Tarraco como capital de la provincia romana denominada Hispania Citerior. De esta época (fines del siglo III y comienzos del IV) aun son visibles los restos de la muralla.
(ArteHistoria)