La isla gallega de mayor extensión, encuadrada en el parque nacional de las Islas Atlánticas de Galicia, muestra una virginidad paisajística de pendientes suaves alfombradas de tojos y brezos.
No hace falta solicitar autorización para visitar la isla de Ons, como sí se exige este año en las islas Cíes. A dos kilómetros del puerto, a lo largo de un sendero, se encuentra Melide, el arenal fetiche de Ons.
Los amantes de la naturaleza hallarán en estos 250 metros rectilíneos los atractivos necesarios: blanquísima arena de grano fino y aguas claras en modo alguno comparables a las que bañan la costa peninsular que se anuncia a lo lejos. Su escenario es verde, el más tranquilo y mejor preservado de la isla.
Los cordones dunares —tan valiosos como frágiles— acentúan su belleza, y el desnivel del agua no entraña peligro.
Nadie debería irse de Ons sin probar el pulpo.
No hace falta solicitar autorización para visitar la isla de Ons, como sí se exige este año en las islas Cíes. A dos kilómetros del puerto, a lo largo de un sendero, se encuentra Melide, el arenal fetiche de Ons.
Los amantes de la naturaleza hallarán en estos 250 metros rectilíneos los atractivos necesarios: blanquísima arena de grano fino y aguas claras en modo alguno comparables a las que bañan la costa peninsular que se anuncia a lo lejos. Su escenario es verde, el más tranquilo y mejor preservado de la isla.
Los cordones dunares —tan valiosos como frágiles— acentúan su belleza, y el desnivel del agua no entraña peligro.
Nadie debería irse de Ons sin probar el pulpo.
(El País)