Gaudí edificó, justo en un año y medio, una de sus creaciones más relevantes y uno de sus sellos principales. A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, la Casa Batlló no fue un edificio de planta nueva, sino la reforma de un inmueble existente. La transformación tan radical y al mismo tiempo tan genial en el uso de colores y formas nunca vistas en la fachada, lo situaron rápidamente como un icono de la nueva Barcelona.
Conocida popularmente como la casa de los huesos, la casa de las máscaras, la casa de los bostezos o la casa del dragón, la obra simboliza a la perfección la etapa de máxima madurez constructiva del arquitecto. Representa la combinación ideal entre el arte y la funcionalidad, entre la arquitectura y el diseño, y supone un edificio clave para entender qué significó el modernismo catalán.
LA MANZANA DE LA DISCORDIA
Emili Sala Cortés fue quien construyó la casa, en 1877, en el número 43 del Passeig de Gracia. A principios de siglo XX, esta isla del Eixample fue concentrando obras de reconocidos arquitectos como Josep Puig i Cadafalch (Casa Amatller) y Lluís Domenech i Montaner (Casa Lleó-Morera). Mientras estas nuevas edificaciones producían una atracción y un signo de distinción entre sus clientes, la isla era criticada por la prensa satírica. El apelativo popular de «la manzana de la discordia» definió precisamente la rivalidad entre los arquitectos y especialmente, entre sus fachadas.
Gaudí fue el último en aterrizar y tuvo que resolver el encargo cuando ya sabía lo que habían hecho el resto de sus ilustres “vecinos”. El inmueble alzado por Sala fue adquirido por el industrial textil Josep Batlló Casanovas en el año 1903 quien, un año después, contrató a Gaudí con el objetivo de remodelar completamente el edificio. Y así sucedió…
FIESTA Y LEYENDA EN LA FACHADA
La fachada de la Casa Batlló es conocida en todo el mundo por su composición singular llena de fantasía y color. Este cromatismo, juntamente con las ondulaciones verticales, han hecho que sea comparada pictóricamente con la serie de óleos “Los Nenúfares” de Claude Monet. Otros la han relacionado con elementos de carnaval: el coronamiento de la fachada parece el sombrero de un arlequín, el recubrimiento de trencadís recuerda al confeti, y las barandas remiten a la forma de les máscaras. Pero la alusión más clara hace referencia a la leyenda de San Jorge (Sant Jordi), con el tejado en forma de lomo del dragón, la cruz que remata la lanza del caballero, el balcón de la princesa en forma de flor abierta o los huesos de las víctimas devoradas por el dragón, en el primer piso.
Al margen de interpretaciones, esta fachada principal es un compendio de hallazgos estructurales y formales que se repite en el resto del edificio, como en las fantasiosas chimeneas de la azotea, que recuerdan setas; la fachada posterior, con un trencadís cerámico de formas naturales y geométricas, o en el excelente patio de luces, donde Gaudí graduó la medida de las ventanas y el color del revestimiento cerámico en una combinación progresiva que favorecía la iluminación de todo el interior.
VIVIR EN EL INTERIOR DE UN DRAGÓN
En el primer piso, se encuentra la planta noble, antigua vivienda de la familia Batlló donde destaca el salón principal, un espacio lleno de luz y de formas sinuosas con vistas al Passeig de Gracia. Gaudí prestó una especial atención a la interesante disposición de los techos y a una decoración muy elaborada, jugando con luces y sombras en los diferentes espacios y confiriendo ondulación a todos los tabiques. La fachada aquí es de piedra, con una galería donde las ventanas tienen de nuevo, formas sinuosas y totalmente diferentes, mientras que los pilares adoptan formas de huesos con articulaciones.
Sobre este piso principal, el edificio dedicaba cuatro pisos al alquiler y un quinto donde se proyectaron el ático, como zona para el servicio, y los trasteros. Un espacio muy sugerente, evocador y de máxima pureza conformado por una sucesión de arcos catenarios que trasladan al visitante al vientre del dragón. Con la completa reforma del antiguo edificio de Emili Sala, Gaudí amplió el espacio central donde se encuentran la escalera y el ascensor conformando un patio de luces revestido con azulejos de tonos azulados que proporcionan más intensidad a la parte superior y más claridad a la parte inferior. Así, consigue una distribución uniforme de la luz al mismo tiempo que transmite una inequívoca sensación de estar en el mar. Para algunos, evoca la obra de Jules Verne “Veinte mil leguas de viaje submarino”.
BOSQUE DE CHIMENEAS EN LA TERRAZA
Dos escaleras de caracol permiten el acceso desde el ático a la terraza donde, imponentes y sorprendentes chimeneas agrupadas, fueron ornamentadas perfectamente con trencadís vidriado y de color. La azotea de la Casa Batlló es una de las más espectaculares creaciones de la plástica gaudiniana. Construida sobre los arcos parabólicos del desván, es un espacio rectangular dividido en su centro por las linternas de los patios interiores. En la parte delantera hay una gran sala donde estaban instalados los depósitos de agua que coinciden con la parte más elevada de la fachada. Con este diseño, Gaudí conseguía dar un sentido estético –la espalda ondulada y escamada del dragón- a un requisito funcional de la época en que el agua corriente no disponía de presión suficiente para satisfacer las condiciones de confort exigidas. Si la visión exterior del coronamiento simula las escamas de un dragón, el lado interior que hacía de barandilla de la azotea parece el la cáscara de un cangrejo, con unos colores degradados desde el naranja intenso hasta el blanco.
Los cuatro grupos de chimeneas de la azotea miden 6,10 metros de altura y están recubiertos de fragmentos de vidrio y trencadís policromado con dibujos florales. El conjunto entero se sitúa en un intermedio que, entre el bosque de chimeneas, se puede ver el Palau Güell (1888) y la Casa Milá (1910). Su diseño especial evita que el aire resople detrás.
PREMIOS TARDÍOS
El reconocimiento unánime del ingenio y la belleza del edificio tardó en llegar. El concurso anual de edificios artísticos del Ayuntamiento le negó hasta dos veces el premio, que los años 1906 y 1907 se concedieron, respectivamente, a la casa Lleó i Morera de Doménech i Montaner y al Col·legi Comtal, firmado por Bonaventura Bassegoda Amigó. La justicia llegó finalmente en 1962, cuando la Casa Batlló fue incorporada al Catálogo Patrimonial del Ayuntamiento de Barcelona. En el año 1969 fue declarada Monumento Histórico Artístico -un título del Estado español que actualmente se denomina ‘Bien de Interés Cultural’-, y en el año 2005 fue incluida en el catálogo de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El 2006 recibió el premio The Best in Heritage concedido por Europa Nostra Awards, valorando su recuperación integral y de patrimonio realizada con un esfuerzo económico exclusivamente privado.
(Portal Gaudí)