Hace ya más de 400 años que Juan Posada abrió las puertas de esta fonda, situada estratégicamente junto a la Casa de Postas, principal parada de diligencias de la Villa, a la que llegaban granjeros y comerciantes con productos de las provincias que pernoctaban uno o dos días en la capital.
Este alojamiento, que cerró a principios de los años setenta y reabrió en 2005 de la mano de la cadena hotelera Petit Palace, debe su nombre al característico peine atado a una cuerda, para impedir que los viajeros se lo llevaran, que se encontraba en cada una de sus habitaciones.
(El País)