El emplazamiento de Setenil de las Bodegas, materialmente incrustado en paredes de roca, ha sido su mejor defensa desde la remota ocupación romana hasta los árabes. Se dice que el nombre Setenil procede de la expresión latina septem nihil (siete veces nada), en alusión a los intentos frustrados de los cristianos por conquistarlo. Cuando se aproximaban al recinto amurallado se encontraban con un precipicio de peñascos que se abría a sus pies y convertía el pueblo en inexpugnable.
Sólo al final de la Reconquista, los Reyes Católicos se hicieron con la plaza fuerte recurriendo a la artillería, recién descubierta, que cayó como una lluvia de fuego sobre la población musulmana, destruyó las murallas y arruinó el castillo.
Hoy apenas se conservan algunos restos de la fortaleza, como la torre del homenaje y el aljibe, pero el blanco caserío mantiene intacta su fisonomía árabe, incluyendo las hileras de viviendas que aprovechan las oquedades bajo la roca y crean una singularísima muestra de arquitectura popular, declarada conjunto histórico.
Los callejones remontan empinadas laderas y conducen a algunos edificios singulares, como el templo de la Encarnación, del siglo XVI, o el Ayuntamiento, cubierto con un interesante artesonado mudejar.
(Pequeños pueblos medievales)