A comienzos del siglo VIII de nuestra era, poco después de la invasión árabe de España, el guerrero musulmán Muruza, gobernador de Gijón, amaba apasionadamente a Ormesinda, bella hermana de don Pelayo y prometida de don Alonso, un buen caballero cristiano. Ante el desprecio que ella le manifestaba, Muruza decidió raptarla por medio de su favorito Karim, quien en efecto burló la vigilancia que la protegía. Don Alonso trató de impedirlo, pero fue vencido por la superioridad numérica de los musulmanes y hecho prisionero. Muruza dio entonces a elegir a Ormesinda entre la vida de su prometido o casarse con él. La joven aceptó contraer matrimonio con Muruza, pues sabía del valor de la vida de don Alonso para la causa cristiana.
Cuando iban a celebrarse los esponsales, apareció don Pelayo, decidido a matarla para evitarle el deshonor de casarse con un infiel. A fin de no errar el golpe, pidió abrazar a su hermana, pero antes de que pudiera lograr su propósito, ella ingirió un veneno y falleció. Don Pelayo y don Alonso, desolados, mataron a Muruza y junto a los demás cristianos se retiraron a Covadonga, donde organizaron desde ese día feroz resistencia a los invasores.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)
Cuando iban a celebrarse los esponsales, apareció don Pelayo, decidido a matarla para evitarle el deshonor de casarse con un infiel. A fin de no errar el golpe, pidió abrazar a su hermana, pero antes de que pudiera lograr su propósito, ella ingirió un veneno y falleció. Don Pelayo y don Alonso, desolados, mataron a Muruza y junto a los demás cristianos se retiraron a Covadonga, donde organizaron desde ese día feroz resistencia a los invasores.
("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)