La Plaza de Pedro Castro, espacio de modestas proporciones, se abre casi al mismo borde del mar en estrecho contacto con las actividades pesqueras y mercantiles de la villa marinera. Su actual aspecto, como ámbito representativo y de respeto ante la casa del Deán, debió consolidarse en el siglo XVIII al construirse esta mansión, cuyo rítmico soportal y notable arquitectura se proyectan con singularidad ante las sencillas fachadas del norte y levante.
Su privilegiada localización le permitió servir como espacio de mercado durante la pasada centuria. Pero esta función ha desaparecido en nuestros días cuando la construcción del moderno muelle y del paseo marítimo, cuyo largo trazado conduce hacia Monterreal y los jardines de La Palma -convertidos en importante ámbito de esparcimiento—le han vestido con nuevos matices.
Así, este recinto resulta hoy una breve pausa espacial por donde se asoma la vida tranquila de la vieja puebla y la intensa actividad de los muelles. En su espacio central, sobre un minúsculo recuadro de césped y flores, ha sido colocado recientemente un monolito que conmemora la llegada a Baiona, en 1493, de una de aquellas carabelas, La Pinta, con las que se alcanzó el Nuevo Mundo.
Su privilegiada localización le permitió servir como espacio de mercado durante la pasada centuria. Pero esta función ha desaparecido en nuestros días cuando la construcción del moderno muelle y del paseo marítimo, cuyo largo trazado conduce hacia Monterreal y los jardines de La Palma -convertidos en importante ámbito de esparcimiento—le han vestido con nuevos matices.
Así, este recinto resulta hoy una breve pausa espacial por donde se asoma la vida tranquila de la vieja puebla y la intensa actividad de los muelles. En su espacio central, sobre un minúsculo recuadro de césped y flores, ha sido colocado recientemente un monolito que conmemora la llegada a Baiona, en 1493, de una de aquellas carabelas, La Pinta, con las que se alcanzó el Nuevo Mundo.