En la calle de la Virgen, en la localidad castellonense de Morella, una placa señala la casa donde cuentan que san Vicente Ferrer obró un milagro a principios del siglo XV.
Cierta mujer, atribulada por no tener carne que ofrecer al santo, despedazó a su hijo y lo puso al fuego.
Cuando san Vicente descubrió el terrible hecho recompuso entero al muchacho, a falta de un dedo que se había comido la madre para probar el punto de sal.
Cierta mujer, atribulada por no tener carne que ofrecer al santo, despedazó a su hijo y lo puso al fuego.
Cuando san Vicente descubrió el terrible hecho recompuso entero al muchacho, a falta de un dedo que se había comido la madre para probar el punto de sal.