Se trata de uno de los Miradores más espectaculares del Parque Natural de las Arribes del Duero, ya en su parte central, allí donde las rocas graníticas o Cachones caen en vertical 500 metros sobre el río Duero. Está situado dentro de la ruta del Duero GR-14, muy próximo al Salto de Aldeadávila, y enfrente del pintoresco pueblecito portugués de Bruçó que se ve entre sus viñas.
Se encuentra perfectamente señalizado, y lo pintoresco, además de las vistas espectaculares es la historia que contiene.
Dicha historia es una antigua tradición del siglo XVIII o primer decenio del XIX, y habla de un pastor de Aldeadávila de la Ribera, Felipe, quien acudía al paraje con sus cabras. Estaba enamorado de una muchacha del pueblo portugués de Bruçó, a la que no podía ver, porque en el medio estaba el inmenso vacío del padre Duero, desesperado en su añoranza de la portuguesa, se dedicaba con las manos, con pequeñas herramientas, con lo que podía, a realizar un puente o un enlace que le permitiera cruzar el río y reunirse con su amada. Podemos decir que se trata de un precursor de la unión de los dos pueblos ibéricos, y del posterior Salto de Aldeadávila, situado a menos de 500 metros aguas abajo, y que se construiría dos siglos después.
La datación de la leyenda hay que buscarla antes de 1840, año en que ya está registrado el paso del río en barca perteneciente a la Aduana de Aldeadávila. Probablemente entre los años 1760 y 1780 en que hay conflictos bélicos en la raya fronteriza, debidos a los Acuerdos de Familia con los Borbones franceses.
No lejos de aquí está el paraje denominado "Salto del Gitano" donde se afirmaba en el siglo XVIII que un hombre pudiera haber salvado el enerme tajo del río de un salto. El mismo historiador Gil González Dávila afirmaba haber visto antes de 1604 salvar el precipicio por un Caballero.
El significado cultural y emotivo de la leyenda trasciende más allá del pensamiento local, porque Felipe, en su sencillez, en su localismo tan habitual en La Ribera de la época, creía que podría derribar el inmenso muro del Picón. El inmenso muro del Picón de felipe simboliza de esta manera las barreras humanas que impiden la comunicación entre ambos pueblos: Bruçó y Aldeadávila de la Ribera del Duero.
Quizás sea la imagen más bonita de Las Arribes, y de su deseo de hermanarse con Portugal.
La costumbre reciente es depositar en el lugar una hoja verde, o una flor para romper simbólicamente con este aislamiento.
Una leyenda nos cuenta que Felipe, vecino del pueblo, enamorado de una dama portuguesa, quería derribarlo a base de barrenos y taponar el lecho del río. De esa forma podría cruzarlo para ver a su amada. De hecho hay agujeros de barrenas en el mirador, que intentan justificar la leyenda.
Se encuentra perfectamente señalizado, y lo pintoresco, además de las vistas espectaculares es la historia que contiene.
Dicha historia es una antigua tradición del siglo XVIII o primer decenio del XIX, y habla de un pastor de Aldeadávila de la Ribera, Felipe, quien acudía al paraje con sus cabras. Estaba enamorado de una muchacha del pueblo portugués de Bruçó, a la que no podía ver, porque en el medio estaba el inmenso vacío del padre Duero, desesperado en su añoranza de la portuguesa, se dedicaba con las manos, con pequeñas herramientas, con lo que podía, a realizar un puente o un enlace que le permitiera cruzar el río y reunirse con su amada. Podemos decir que se trata de un precursor de la unión de los dos pueblos ibéricos, y del posterior Salto de Aldeadávila, situado a menos de 500 metros aguas abajo, y que se construiría dos siglos después.
La datación de la leyenda hay que buscarla antes de 1840, año en que ya está registrado el paso del río en barca perteneciente a la Aduana de Aldeadávila. Probablemente entre los años 1760 y 1780 en que hay conflictos bélicos en la raya fronteriza, debidos a los Acuerdos de Familia con los Borbones franceses.
No lejos de aquí está el paraje denominado "Salto del Gitano" donde se afirmaba en el siglo XVIII que un hombre pudiera haber salvado el enerme tajo del río de un salto. El mismo historiador Gil González Dávila afirmaba haber visto antes de 1604 salvar el precipicio por un Caballero.
El significado cultural y emotivo de la leyenda trasciende más allá del pensamiento local, porque Felipe, en su sencillez, en su localismo tan habitual en La Ribera de la época, creía que podría derribar el inmenso muro del Picón. El inmenso muro del Picón de felipe simboliza de esta manera las barreras humanas que impiden la comunicación entre ambos pueblos: Bruçó y Aldeadávila de la Ribera del Duero.
Quizás sea la imagen más bonita de Las Arribes, y de su deseo de hermanarse con Portugal.
La costumbre reciente es depositar en el lugar una hoja verde, o una flor para romper simbólicamente con este aislamiento.
Una leyenda nos cuenta que Felipe, vecino del pueblo, enamorado de una dama portuguesa, quería derribarlo a base de barrenos y taponar el lecho del río. De esa forma podría cruzarlo para ver a su amada. De hecho hay agujeros de barrenas en el mirador, que intentan justificar la leyenda.
(Aldeadavila de la Ribera)