La alpargatería Bizkarguenaga, hoy ya zapatería, pero que mantiene el nombre.
Aquí no podemos buscar el calzado de últimas tendencias que hayamos visto en alguna revista o en la web de alguna de nuestras marcas preferidas, pero la tienda bien merece una visita para saborear la historia de un comercio con solera.
Haciendo esquina en la calle Somera, la zapatería Bizkarguenaga se identifica rápidamente por la gran alpargata que cuelga de su fachada.
Hace ya ochenta años que un Bizkarguenaga fundara esta alpargatería; después llegarían al negocio su hijo y más tarde su nieto, quien la regenta ahora.
Todas las mañanas sube la persiana y cuelga la gran alpargata en un gancho en la fachada. Antes era un reclamo comercial, hoy un simple adorno. Todavía son muchos los paseantes que se orientan en su paseo al ver la pieza colgada y reconocer en qué calle se encuentran.
Ochenta años después, esta zapatería sigue aquí, casi igual que cuando se abrió por primera vez, sólo con algunos retoques de lavado de cara.
La zapatería Bizkarguenaga cuenta con alpargatas, abarkas, patukos de nobuck y botas de cuero cosidas a mano, de las que algunas hemos calzado en otra época.
Época en la que la juventud vasca tenía un estilo concreto y vestía de una forma rápidamente identificable. Parecía que siempre estábamos a punto de iniciar una excusión al monte, eso es verdad.
Sus escaparates lucen los modelos de siempre, modelos que ya es difícil encontrar en otras zapaterías. Por dentro todavía recuerda a las zapaterías de antaño.
Ésas en las que los bancos estaban forrados en piel y debajo de los cuales se amontonaban las cajas de zapatos. Cajas y cajas por todos los rincones del establecimiento, desordenadas a simple vista, pero perfectamente organizadas en la cabeza del zapatero.
Un símbolo de los tradicionales comercios del Casco Viejo de siempre, muy lejos de las grandes marcas y las cadenas, pero que a mí siempre me gusta recordar y visitar de vez en cuando.
Un comercio entrañable, de los que no deberíamos olvidar.
Aquí no podemos buscar el calzado de últimas tendencias que hayamos visto en alguna revista o en la web de alguna de nuestras marcas preferidas, pero la tienda bien merece una visita para saborear la historia de un comercio con solera.
Haciendo esquina en la calle Somera, la zapatería Bizkarguenaga se identifica rápidamente por la gran alpargata que cuelga de su fachada.
Hace ya ochenta años que un Bizkarguenaga fundara esta alpargatería; después llegarían al negocio su hijo y más tarde su nieto, quien la regenta ahora.
Todas las mañanas sube la persiana y cuelga la gran alpargata en un gancho en la fachada. Antes era un reclamo comercial, hoy un simple adorno. Todavía son muchos los paseantes que se orientan en su paseo al ver la pieza colgada y reconocer en qué calle se encuentran.
Ochenta años después, esta zapatería sigue aquí, casi igual que cuando se abrió por primera vez, sólo con algunos retoques de lavado de cara.
La zapatería Bizkarguenaga cuenta con alpargatas, abarkas, patukos de nobuck y botas de cuero cosidas a mano, de las que algunas hemos calzado en otra época.
Época en la que la juventud vasca tenía un estilo concreto y vestía de una forma rápidamente identificable. Parecía que siempre estábamos a punto de iniciar una excusión al monte, eso es verdad.
Sus escaparates lucen los modelos de siempre, modelos que ya es difícil encontrar en otras zapaterías. Por dentro todavía recuerda a las zapaterías de antaño.
Ésas en las que los bancos estaban forrados en piel y debajo de los cuales se amontonaban las cajas de zapatos. Cajas y cajas por todos los rincones del establecimiento, desordenadas a simple vista, pero perfectamente organizadas en la cabeza del zapatero.
Un símbolo de los tradicionales comercios del Casco Viejo de siempre, muy lejos de las grandes marcas y las cadenas, pero que a mí siempre me gusta recordar y visitar de vez en cuando.
Un comercio entrañable, de los que no deberíamos olvidar.