Entre grandes montañas cubiertas de bosques y manantiales, refugio de especies amenazadas como el oso pardo y el urogallo, brotan los veneros del río Narcea, a 1600 metros de altitud, en un bosque de hayedos encajonado por la sierra de Camellas y los relieves de la reserva de Degaña. La adecuada orientación de la cuenca alta del Narcea permite que sus bosques reciban la influencia atlántica suficiente para alimentar de humedad a un árbol tan exigente en este sentido como el haya, de manera que en esta zona se concentra la mayor mancha de hayas de Asturias. Ni siquiera la notable presencia de la industria minera en todo el valle del Narcea, que arrasa por fuera lo que saca de adentro, ha conseguido mermar la inmensa naturaleza boscosa del hayedo de Monasteriu d'Hermu, como llaman los paisanos al bosque de hayas y robles que se extiende por 1500 hectáreas a lo largo de los primeros 10 kilómetros de vida del río Narcea. Al paraje del nacimiento se llega en cualquier tipo de vehículo, con paciencia y cuidado, por una cochambrosa carretera minera. En un rincón oscuro de la campa, detrás de un corral de ganado hay una fuente de agua tan fresca que conviene calentarla en la boca unos segundos antes de tragarla; y aunque el refrescante venero parece la auténtica fuente del Narcea, el río que nutre la cuenca minera más importante del Principado surge un poco más arriba, entre las raíces de las hayas y los acebos en lo más profundo del bosque. A partir de aquí hay pistas de tierra que suben y bajan por las montañas explorando todos los recovecos del bosque. Caminos que permiten entrar cómodamente al hayedo para deambular sin sentido por la penumbra de su mundo vegetal. Luz y humedad son las claves que condicionan la existencia y el desarrollo del hayedo. En primavera, cuando la hoja del haya se encuentra en su plenitud, únicamente llega al suelo del hayedo el 2% de los rayos solares que reciben las copas de los árboles. Este filtro natural es una adaptación biológica de las hojas del haya, que se disponen de forma alterna y agrupada en el extremo de las ramas, situadas en un plano horizontal. Cuando las condiciones de sequedad son extremas, incluso son capaces de adoptar una posición inclinada para reducir la exposición a la radiación solar y la transpiración del agua. Este mecanismo tan agresivo de regulación, que prácticamente mantiene aislado el hayedo de los agentes externos, condiciona el desarrollo del sotobosque, y aparte de musgos, hongos y liqúenes pocas especies se atreven a intentar crecer en un ambiente de sombras, lejos de la luz y el calor del sol.
(Bosques con encanto - Juan José Alonso)