Solicitó un soldado de Felipe II la concesión de alguna merced por los servicios prestados por él, y el rey le concedió una renta de trescientos ducados anuales. Poco tiempo después volvió el soldado nuevamente para pedir alguna merced al rey, quien le dijo:
—¿Pues no os di ya una provisión de trescientos ducados?
—Es así, señor —respondió el soldado—. Pero aquéllos fueron para comer, y lo que ahora pido es para beber.
La sagaz contestación tuvo su efecto sobre el rey, que accedió a que recayese en el soldado un nuevo beneficio.
(Carlos Fisas)
—¿Pues no os di ya una provisión de trescientos ducados?
—Es así, señor —respondió el soldado—. Pero aquéllos fueron para comer, y lo que ahora pido es para beber.
La sagaz contestación tuvo su efecto sobre el rey, que accedió a que recayese en el soldado un nuevo beneficio.
(Carlos Fisas)