Enfrente de la iglesia del mismo nombre, la horchatería Santa Catalina se alza majestuosa esquivando la ruina de los edificios colindantes a pesar de sus más de doscientos años de historia. En esta horchatería, la aristocracia y las clases medias del siglo XVIII ya tomaban su horchata con fartons, siendo uno de los establecimientos con más solera de la ciudad de Valencia. El portal de entrada, engalanado con cerámica tradicional de Manises que recibe al cliente entre las torres de Santa Catalina y el famoso Micalet, así como el estilo dieciochesco de su interior y mobiliario, nos transporta a otros tiempos, otros atuendos y otras costumbres, pero eso sí, la misma horchata. El centro histórico de la ciudad no sería lo mismo sin ella.
Los papeles de su fundación se perdieron en la guerra, pero el año de construcción de la finca (1890) y una placa conmemorativa de la visita de la infanta en 1907 hacen que sea un comercio centenario de la ciudad.
Los papeles de su fundación se perdieron en la guerra, pero el año de construcción de la finca (1890) y una placa conmemorativa de la visita de la infanta en 1907 hacen que sea un comercio centenario de la ciudad.