Cristianizada hoy pero en realidad de remoto origen, la noche de San Juan es la noche mágica por excelencia y en la localidad soriana de San Pedro Manrique aún subsiste un ritual apasionante: El Paso del Fuego.
Aunque el solsticio de verano coincide astronómicamente con el 20 o 21 de junio, es tradición que sea por San Juan, la noche del 23 al 24 de junio, cuando tienen lugar los ancestrales ritos de fuego y hogueras que caracterizan esta celebración en muchos lugares de España.
Apenas el sol se oculta en el horizonte, el fuego ilumina el anfiteatro de la ermita de la Virgen de la Peña, encaramado en lo más alto de la población sanpedrana. Mil kilos de leña de roble del año anterior prenden en vivas llamas mientras comienzan a llegar los primeros testigos de tan espectacular noche. Serán necesarias casi dos horas para que la pira se convierta en una alfombra de ascua y brasa que irradia intenso calor por todo el escenario.
Justo a medianoche, con los graderíos a rebosar y dispuestas las brasas de roble en mágica alfombra, los sanpedranos se aprestan al reto anual. El fuego lo pasan sólo los hijos del pueblo, no porque se impida probar suerte a los forasteros, sino porque no abundan los voluntarios y además "los de fuera se queman", según sentencia general del vecindario.
Se hace el silencio y los pasadores, ante la expectación y emoción general, afrontan el rito ancestral e iniciático de las brasas purificadoras. Un año más, el ancestral encuentro perpetúa y reafirma una identidad que se pierde en la noche de los tiempos. Los sampedranos, descalzos, solos o llevando a cuestas a otra persona, pasan con zancada firme sobre las ascuas incandescentes en un alarde de valor y arrojo. Todo el ritual del Paso del Fuego es presidido por Las Móndidas, tres jóvenes elegidas por sorteo entre las muchachas solteras de San Pedro, sobre las que girarán los actos del día siguiente.
Mucho se ha hablado sobre la técnica o secreto para evitar quemarse. Y hay explicaciones para todos los gustos: desde que el secreto reside en pisar fuerte y con los pies bien extendidos para eliminar el oxígeno y evitar la combustión, hasta conseguir un estado de trance mediante concentración o, también, la regulación de la respiración, pasando por otras versiones más peregrinas.
Quizá, como apuntan algunos, se trata de la protección de la Virgen de la Peña, junto a cuya ermita se desarrolla el ritual del Paso del Fuego. De fama muy milagrera, muchos hijos de San Pedro se convierten en pasadores debido a promesas realizadas a esta Virgen.
Lo único cierto, es que la proximidad de tal alfombra de brasas, y el sofocante calor que despide, deja claro a los testigos del ritual que se trata de una proeza al alcance de muy pocos.
Aunque el solsticio de verano coincide astronómicamente con el 20 o 21 de junio, es tradición que sea por San Juan, la noche del 23 al 24 de junio, cuando tienen lugar los ancestrales ritos de fuego y hogueras que caracterizan esta celebración en muchos lugares de España.
Apenas el sol se oculta en el horizonte, el fuego ilumina el anfiteatro de la ermita de la Virgen de la Peña, encaramado en lo más alto de la población sanpedrana. Mil kilos de leña de roble del año anterior prenden en vivas llamas mientras comienzan a llegar los primeros testigos de tan espectacular noche. Serán necesarias casi dos horas para que la pira se convierta en una alfombra de ascua y brasa que irradia intenso calor por todo el escenario.
Justo a medianoche, con los graderíos a rebosar y dispuestas las brasas de roble en mágica alfombra, los sanpedranos se aprestan al reto anual. El fuego lo pasan sólo los hijos del pueblo, no porque se impida probar suerte a los forasteros, sino porque no abundan los voluntarios y además "los de fuera se queman", según sentencia general del vecindario.
Se hace el silencio y los pasadores, ante la expectación y emoción general, afrontan el rito ancestral e iniciático de las brasas purificadoras. Un año más, el ancestral encuentro perpetúa y reafirma una identidad que se pierde en la noche de los tiempos. Los sampedranos, descalzos, solos o llevando a cuestas a otra persona, pasan con zancada firme sobre las ascuas incandescentes en un alarde de valor y arrojo. Todo el ritual del Paso del Fuego es presidido por Las Móndidas, tres jóvenes elegidas por sorteo entre las muchachas solteras de San Pedro, sobre las que girarán los actos del día siguiente.
Mucho se ha hablado sobre la técnica o secreto para evitar quemarse. Y hay explicaciones para todos los gustos: desde que el secreto reside en pisar fuerte y con los pies bien extendidos para eliminar el oxígeno y evitar la combustión, hasta conseguir un estado de trance mediante concentración o, también, la regulación de la respiración, pasando por otras versiones más peregrinas.
Quizá, como apuntan algunos, se trata de la protección de la Virgen de la Peña, junto a cuya ermita se desarrolla el ritual del Paso del Fuego. De fama muy milagrera, muchos hijos de San Pedro se convierten en pasadores debido a promesas realizadas a esta Virgen.
Lo único cierto, es que la proximidad de tal alfombra de brasas, y el sofocante calor que despide, deja claro a los testigos del ritual que se trata de una proeza al alcance de muy pocos.