Uno de los episodios más tristes de la biografía de Alfonso X tuvo lugar en 1278 coincidiendo con las Cortes de Segovia. De todos era conocida la predilección de Violante porque su nieto Alfonso, de tan sólo 8 años en aquellas fechas, fuera el elegido para suceder a su marido. Pero los acontecimientos desnivelaron la balanza a favor del infante Sancho como quedó ratificado en la ciudad del acueducto. La reina madre, conocedora del carácter iracundo e impetuoso de su hijo, creyó oportuno alejar a sus nietos de la corte de Castilla para evitar la tentación de que cayeran en sus manos. Los dos pequeños, acompañados por su madre y abuela, abandonaron las tierras de Castilla para refugiarse en la Corona de Aragón, al amparo de Pedro III, tío de los infantes.
La comitiva partió de Segovia y pasó por las villas de Uceda, Guadalajara. Hita, Atienza, Medinaceli y Ariza, ya en tierras de Aragón, donde fue recibida por Pedro. Aquel abandono produjo un gran escándalo en la corte de Alfonso X y llenó de titulares la crónica rosa de Castilla. Al final, la reina regresó a casa a finales de julio de 1279 no sin antes demandar un traspaso de fondos a su cuenta por los gastos tenidos en Aragón. La curiosa y rapiñadora petición fue satisfecha por Sancho -muy interesado en su vuelta por razones de herencia- con el dinero presupuestado para la campaña contra los africanos y que fue solicitado al almojarife mayor (recaudador de rentas), el judío Cag de la Meleha, que perdió la vida por tan irresponsable acto.
(Javier Leralta)