Esta calle se encuentra entre la plaza del Carmen y la Gran Vía de Madrid.
Una abada es un rinoceronte hembra. Palabra ya aceptada por la Real Academia, su origen es portugués. Y con portugueses, de una u otra forma, están relacionadas las diversas tradiciones que pretenden explicar el origen del nombre de esta calle.
En la época de Felipe II la zona era prácticamente descampado, perteneciente al antiquísimo Monasterio de San Martín. En sus eras, más o menos donde hoy está la calle, había un corralón en el que se expuso a la curiosidad de los madrileños una abada. Pero, ¿de dónde salió el animalito? Según unos, fue un regalo del gobernador portugués de Java al Rey Felipe II, recién ceñida por éste la corona de Portugal. El problema es que, con la distancia que hay de las Islas de la Sonda hasta España, o bien la abada tenía una resistencia tremenda o el barco que la trajo era una maravilla de velocidad y navegación.
Más verosímil puede ser la segunda tradición, que dice que unos saltimbanquis portugueses trajeron el bicho como atracción. Pero un día mató a un mozo de los cercanos hornos de la Mata, que quiso hacer una gracia a costa del rinoceronte y se encontró hecho trizas por él (o ella). Además, se escapó, y acabó con otras veinte personas antes de poder ser capturado en las eras de Vicálvaro. El fin de la abada tiene otra versión, y es que, sabiendo determinados magnates madrileños que el cuerno del rinoceronte presuntamente potenciaba la libido, alguno de ellos hizo envenenar al animal y le substrajo el preciado apéndice.
Durante mucho tiempo, tras este suceso, se vendieron, no sólo en Madrid, sino en toda España y parte de Europa, los polvos mágicos y también miles de anillos hechos del cuerno, que, por lo tanto, debió de ser excepcionalmente aprovechado.
Quizá lo más verosímil sea que el prior de San Martín, máxima autoridad en la zona, harto de los escándalos que formaría el pueblo al ver la extraña atracción, expulsase de sus terrenos a los titiriteros, y eso sí, si es que alguna vez trajeron una abada a Madrid en el siglo XVI.
(Madrid-Sus viejas calles)
Una abada es un rinoceronte hembra. Palabra ya aceptada por la Real Academia, su origen es portugués. Y con portugueses, de una u otra forma, están relacionadas las diversas tradiciones que pretenden explicar el origen del nombre de esta calle.
En la época de Felipe II la zona era prácticamente descampado, perteneciente al antiquísimo Monasterio de San Martín. En sus eras, más o menos donde hoy está la calle, había un corralón en el que se expuso a la curiosidad de los madrileños una abada. Pero, ¿de dónde salió el animalito? Según unos, fue un regalo del gobernador portugués de Java al Rey Felipe II, recién ceñida por éste la corona de Portugal. El problema es que, con la distancia que hay de las Islas de la Sonda hasta España, o bien la abada tenía una resistencia tremenda o el barco que la trajo era una maravilla de velocidad y navegación.
Más verosímil puede ser la segunda tradición, que dice que unos saltimbanquis portugueses trajeron el bicho como atracción. Pero un día mató a un mozo de los cercanos hornos de la Mata, que quiso hacer una gracia a costa del rinoceronte y se encontró hecho trizas por él (o ella). Además, se escapó, y acabó con otras veinte personas antes de poder ser capturado en las eras de Vicálvaro. El fin de la abada tiene otra versión, y es que, sabiendo determinados magnates madrileños que el cuerno del rinoceronte presuntamente potenciaba la libido, alguno de ellos hizo envenenar al animal y le substrajo el preciado apéndice.
Durante mucho tiempo, tras este suceso, se vendieron, no sólo en Madrid, sino en toda España y parte de Europa, los polvos mágicos y también miles de anillos hechos del cuerno, que, por lo tanto, debió de ser excepcionalmente aprovechado.
Quizá lo más verosímil sea que el prior de San Martín, máxima autoridad en la zona, harto de los escándalos que formaría el pueblo al ver la extraña atracción, expulsase de sus terrenos a los titiriteros, y eso sí, si es que alguna vez trajeron una abada a Madrid en el siglo XVI.
(Madrid-Sus viejas calles)