De resultas de un desafío que tuvo con su rival en la pintura, D. Sebastián del Llano y Valdés, se vio obligado a huir de Sevilla, trasladándose a Madrid. Fué maestro de dibujo del príncipe D. Baltasar Carlos.
A una edad avanzada se ordenó in sacris y obtuvo una plaza de racionero en Granada. Cuéntase de él la siguiente anécdota: A la hora de la muerte le presentaron para que lo adorase un crucifijo mal tallado, y suplicó que se le cambiasen por otro, pues los defectos de arte que en la figura advertía le quitaban la devoción. Sus cuadros más notables son: San Juan en la isla de Pathmos, Jesucristo atado a la columna, San Jerónimo en el desierto, y otros. Murió en 1667.
(Carlos Cambronero)