Esta batalla nada tiene que ver, como verá quien lea lo siguiente, con la que se libró durante la Guerra Civil en el mismo lugar.
Bloqueaba el cartaginés Amílcar la ciudad de Hélice o Vélice, la antigua Bellia, que se cree con fundamento fuese Belchite. Llamaron los beliones en su socorro a otros celtíberos. Uno de sus caudillos o régulos, llamado Orissón, fingió ser amigo y auxiliar de Amílcar, y pasó a su campo con un cuerpo de tropas, con la intención de volverse contra él en ocasión y momento oportunos. Notable y extraña fue la estratagema de que los españoles entonces se valieron.
Delante de sus filas colocaron gran número de carros tirados por novillos, a cuyas astas ataron haces embreados de paja o leña, que encendieron al comenzar la refriega. Acuciados por el fuego, los novillos embistieron furiosos contra las filas enemigas, causando horrible espanto a los elefantes y caballos y desordenándolo todo. Cargan los confederados sobre los cartagineses, y aprovechando Orissón la oportunidad del momento, únese a los celtíberos y hace en las fijas enemigas horrible matanza y estrago. El mismo Amílcar pereció, y los restos de su ejército se refugiaron en Acra-Leuka.
El ardid de que se valió Orissón para derrotar a los cartaginenses debía constituir una diversión pública entre los celtíberos, y de ella se cree son reminiscencia: el toro júbilo, que se corre en algunos pueblos de la provincia de Soria; el toro de la pólvora, usando en la Mancha; el zetcenzusko, en las Vascongadas, y otros varios toros de fuego, que forman parte de muchas fiestas españolas.
Sucesor de Amílcar fue Asdrúbal, su yerno. Deseoso de vengar la muerte de su suegro y de castigar la traición de Orissón, entró por las tierras de Hélice, llevándolo todo a sangre y fuego. Es tradición que Orissón cayó en su poder y que Asdrúbal logró satisfacer su venganza: la Historia no vuelve a hablar de aquel caudillo.
(Miguel Moreno Jara)
Bloqueaba el cartaginés Amílcar la ciudad de Hélice o Vélice, la antigua Bellia, que se cree con fundamento fuese Belchite. Llamaron los beliones en su socorro a otros celtíberos. Uno de sus caudillos o régulos, llamado Orissón, fingió ser amigo y auxiliar de Amílcar, y pasó a su campo con un cuerpo de tropas, con la intención de volverse contra él en ocasión y momento oportunos. Notable y extraña fue la estratagema de que los españoles entonces se valieron.
Delante de sus filas colocaron gran número de carros tirados por novillos, a cuyas astas ataron haces embreados de paja o leña, que encendieron al comenzar la refriega. Acuciados por el fuego, los novillos embistieron furiosos contra las filas enemigas, causando horrible espanto a los elefantes y caballos y desordenándolo todo. Cargan los confederados sobre los cartagineses, y aprovechando Orissón la oportunidad del momento, únese a los celtíberos y hace en las fijas enemigas horrible matanza y estrago. El mismo Amílcar pereció, y los restos de su ejército se refugiaron en Acra-Leuka.
El ardid de que se valió Orissón para derrotar a los cartaginenses debía constituir una diversión pública entre los celtíberos, y de ella se cree son reminiscencia: el toro júbilo, que se corre en algunos pueblos de la provincia de Soria; el toro de la pólvora, usando en la Mancha; el zetcenzusko, en las Vascongadas, y otros varios toros de fuego, que forman parte de muchas fiestas españolas.
Sucesor de Amílcar fue Asdrúbal, su yerno. Deseoso de vengar la muerte de su suegro y de castigar la traición de Orissón, entró por las tierras de Hélice, llevándolo todo a sangre y fuego. Es tradición que Orissón cayó en su poder y que Asdrúbal logró satisfacer su venganza: la Historia no vuelve a hablar de aquel caudillo.
(Miguel Moreno Jara)