También conocida como Granja de Fortuny, por la familia que poseyó la propiedad durante unos 200 años, este bonito enclave situado en la localidad de Esporles, a 15 km de Palma de Mallorca, en poco se parece hoy a una granja. Se trata más bien de una bonita mansión rodeada de jardines y fuentes caudalosas de agua donde fotografiar plantas al detalle, degustar platos típicos de la zona o dar un tranquilo paseo.
El origen de este espacio, que bien merece la visita de quienes hayan ido a conocer la Catedral de Mallorca, se remonta al menos a la época romana, y es sabido que durante la presencia árabe en la isla, entre
los siglos X y XIII, la Granja de Esporles despertó gran interés por el caudal de agua de sus fuentes. En 1239 fue cedida a los monjes
cistercienses, como tantas otras construcciones de nuestro país, pero estos se trasladaron pronto a otra ubicación y la finca fue destinada a usos agrícolas.
Dos siglos más tarde fue Mateo Vida quien adquirió la propiedad, hasta que pasó a manos de la familia Fortuny.
Ya en el siglo XX, la adquirió su actual dueño.
Además del bonito palacete de 3.000 metros cuadrados que posee la finca, esta atesora unos jardines majestuosos, donde, entre otras especies como pinos, madroños, encinas o romeros, destaca un ejemplar de tejo, uno de los pocos presentes en la isla mallorquina.
La fauna es abundante en el recinto; de hecho, conforma uno de los atractivos principales del lugar. Quien visite la Granja podrá encontrar fácilmente algún porc negre –cerdo autóctono de la isla con el que se elaboran los mejores embutidos de la zona–, cabras
mallorquinas, multitud de pequeñas aves y, con algo de suerte, buitres negros.
Además, se puede visitar un museo etnográfico, asistir a un espectáculo de doma de caballos, degustar gratuitamente platos típicos de la isla y ver una demostración de oficios artesanos.
(20 minutos)
El origen de este espacio, que bien merece la visita de quienes hayan ido a conocer la Catedral de Mallorca, se remonta al menos a la época romana, y es sabido que durante la presencia árabe en la isla, entre
los siglos X y XIII, la Granja de Esporles despertó gran interés por el caudal de agua de sus fuentes. En 1239 fue cedida a los monjes
cistercienses, como tantas otras construcciones de nuestro país, pero estos se trasladaron pronto a otra ubicación y la finca fue destinada a usos agrícolas.
Dos siglos más tarde fue Mateo Vida quien adquirió la propiedad, hasta que pasó a manos de la familia Fortuny.
Ya en el siglo XX, la adquirió su actual dueño.
Además del bonito palacete de 3.000 metros cuadrados que posee la finca, esta atesora unos jardines majestuosos, donde, entre otras especies como pinos, madroños, encinas o romeros, destaca un ejemplar de tejo, uno de los pocos presentes en la isla mallorquina.
La fauna es abundante en el recinto; de hecho, conforma uno de los atractivos principales del lugar. Quien visite la Granja podrá encontrar fácilmente algún porc negre –cerdo autóctono de la isla con el que se elaboran los mejores embutidos de la zona–, cabras
mallorquinas, multitud de pequeñas aves y, con algo de suerte, buitres negros.
Además, se puede visitar un museo etnográfico, asistir a un espectáculo de doma de caballos, degustar gratuitamente platos típicos de la isla y ver una demostración de oficios artesanos.
(20 minutos)