Pocos sospecharían, si les transportaran con los ojos cerrados, que se hallan en Santander. Mataleñas se esconde en la agreste simplicidad de varios acantilados por cuyo derrumbadero se enhebran heléchos, tamarindos, plumeros, algún pino disperso. La bella configuración montañosa de Mataleñas y la fina arena dorada son lo más destacado de esta cala de Santander. Diversos miradores compensan a los que se niegan a cubrir los 157 escalones, ese duro peaje que criba a los bañistas (hubo hasta un proyecto de ascensor). Entre los atractivos que la definen figuran además su limpieza contrastada, la seguridad de un oleaje que rompe en el acantilado, convirtiéndose en una piscina en la pleamar. No hay jornada de playa que se precie sin la ración de rabas en el café bar El Faro.
Acceso: aparcar entre los cabos Menor y Mayor, junto al campo de golf. Es buena idea llegar por la senda costera que parte del Sardinero.
(El Viajero)
(El Viajero)